La cultura al margen

Trama - Comité Editorial

No hay agenda pública para la cultura: ni políticas específicas en debate ni una discusión amplia sobre las prioridades del sector. El tema está ausente de la política partidaria y, por extensión, del debate político más amplio. La irrelevancia del sector se refleja en su presencia mediática limitada a los suplementos culturales, lo que lo ubica como algo accesorio, como un apéndice en los márgenes de la política. La discusión sobre el reparto de las comisiones en el Congreso deja siempre a la de cultura entre los grupos de trabajo que, según los analistas, carecen de “peso político”. Todo esto no hace sino confirmar que la cultura es una categoría que existe como algo aparte en el imaginario local, como un espacio suspendido en algún lugar por fuera de la sociedad y sin vasos comunicantes con la educación, la economía,  la lucha por la equidad o el ejercicio de la ciudadanía. 

La gestión del Ministerio de Cultura ha contribuido poco a articular consensos sobre las prioridades del sector y sobre las políticas públicas. No se perciben señales de cambio. Las pocas propuestas del nuevo gobierno que se han conocido hasta el momento insisten en una visión estrecha e instrumental de la cultura como sustento de la industria turística, una perspectiva que se encontraba ya en los planes de gobierno de Perú Libre. Se ha propuesto también como novedad la afirmación de la “diversidad cultural”, entendida en términos de compartimentos estancos, algo que en realidad ha caracterizado el trabajo del Ministerio de Cultura desde su fundación y que debería hoy revisarse. 

Preocupa que en el discurso del actual gobierno se confunda la afirmación de la diversidad, las garantías consustanciales a un Estado de derecho y la necesaria reivindicación de grupos excluidos y postergados con equivocadas fórmulas racialistas. En una reciente entrevista para el canal del Estado, el ministro de cultura propuso que quienes aspiren a cargos en su portafolio deberán demostrar ser hijos de padres indígenas. Como en los nombramientos de caciques o de inquisidores durante el periodo colonial, la afirmación no hace sino evocar los criterios utilizados para determinar el acceso diferenciado al poder, a la libertad o a la riqueza a partir de características físicas, morales, espirituales, intelectuales y hasta “culturales” supuestamente inmutables y transmitidas de padres a hijos. Es decir, la misma lógica perversa y esencialista que se esconde detrás del racismo. Es necesario reflexionar si el camino que el país tiene que necesariamente recorrer para poner fin a las exclusiones tiene un trazo tan simple como el reemplazo de ciertas formas de discriminación por otras.

Las directrices que empiezan a emanar del nuevo gobierno se mantienen en la generalidad, en grandes trazos más bien titubeantes que no alcanzan a ofrecer precisiones sobre propuestas específicas y que no permiten abrir perspectivas para el sector. Para contribuir a una conversación necesaria, hemos invitado a un grupo de especialistas en el campo cultural para escuchar sus propuestas y sus ideas sobre cómo lograr que, antes que impedimento, la cultura sea acicate para el ejercicio pleno de los derechos y obligaciones de la ciudadanía.


Crédito de la imagen: Gran Teatro Nacional

25.08.2021


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