Ministerio de Cultura: la primera tarea

Víctor Vich

Luego de doce años de creación, el primer (y mínimo) objetivo del Ministerio de Cultura no ha sido cumplido. Este debió consistir en mostrar la importancia de las políticas culturales y en constituir una mayor institucionalidad para poder trabajar en ellas. Esta tarea continúa sin poder lograrse. La clase política sigue sin entender la importancia del sector y los líderes de opinión nunca se ocupan del tema porque lo desconocen totalmente. El ciudadano común tampoco sabe bien para qué sirve un Ministerio de Cultura y es probable que lo confunda con la promoción del turismo. Una vez más, la problemática cultural no ha estado en el debate electoral y ningún representante del sector (aunque sí de la farándula) fue invitado a los medios de comunicación para hablar de políticas culturales y mostrar nuevas agendas, proyectos por activarse y retos hacia adelante.  

Aunque es claro que vivimos en una sociedad cuyos vínculos humanos se encuentran profundamente deteriorados (racismo abierto, machismo violento, autoritarismo latente, corrupción generalizada, cinismo estructural, individualismo salvaje, mercantilización burda de todo lo existente, desinformación absoluta y falta de cosmopolitismo) y, más claro aún, que la crisis educativa atraviesa a todos los sectores y clases sociales, las políticas culturales siguen sin ser entendidas como un actor decisivo en la reforma educativa del país. No solo niños y jóvenes necesitan educación. En el Perú, la necesitamos todos y para eso es necesario promover y democratizar el acceso a las artes, a los libros, a los museos, a los centros culturales o a nuevos espacios públicos.  Las políticas culturales son aquellas que contribuyen a la educación de la población en ámbitos no escolares.

Es necesario repetirlo con claridad: el Ministerio de Cultura no ha trabajado lo suficiente para demostrar la importancia del sector. Sus lineamientos o proyectos no han sido difundidos correctamente ante los políticos, ni ante el periodismo ni ante la propia ciudadanía. Se hace urgente, por tanto, trabajar en ello. El nuevo Ministro debe organizar reuniones con todos los alcaldes del país a fin de activar el trabajo en cultura. Como se ha dicho hasta el cansancio, los gobiernos regionales y las municipalidades son agentes decisivos en la gestión cultural, pero lo cierto es que el Ministerio de Cultura ha trabajado poco con ellos.  Si ya en el Poder Ejecutivo, y en la Municipalidad Metropolitana de Lima, el área de cultura se separó administrativamente de educación, lo mismo debería ocurrir en todas las municipalidades locales que hoy continúan agrupando “educación, cultura y deportes” sin trabajar bien en ninguna de estas áreas. En el actual Ministerio hay muy buenos equipos de trabajo, hay profesionales excelentes, pero –salvo honrosas excepciones– los liderazgos han sido siempre improvisados y con un desconocimiento inmenso sobre las líneas de acción que hoy marcan el desarrollo de las políticas culturales en América Latina. 

La responsabilidad es clara: son las Municipalidades las encargadas de activar y construir un “deseo de consumo cultural” en sus localidades. De la misma manera en la que hoy todos exigimos seguridad urbana y limpieza pública, bien podríamos exigir servicios culturales en espacios públicos. Dada la gravísima crisis educativa que atravesamos, las plazas y parques deberían estar siempre cargadas de una agenda cultural encargada de desplegar nuevos conocimientos y sentidos estéticos en la población. Una agenda que siempre debe ser intercultural y cosmopolita a la vez. Necesitamos conocer más nuestra cultura pero también apropiarnos de la herencia cultural de la humanidad.

Si quiere ser tomado más en serio, el Ministerio de Cultura no puede seguir entendiéndose a sí mismo como un agente ventrílocuo dirigido al desarrollo interno del sector, sino que debe mostrar su importancia transversal hacia todos los otros sectores. Para ello, es indispensable que se entienda a la cultura como vínculo social y como hábitos asentados en la población y, desde ahí, como un lugar decisivo para construir una ciudadanía nueva: más informada, más intercultural, más cosmopolita, más crítica de sí misma y de su propia historia. Por eso, resulta imprescindible que el Ministerio de Cultura trabaje a contrapunto con el Ministerio de Educación, con el Ministerio del Medio Ambiente, con el Ministerio de la Mujer y con todos los demás. La creatividad de los artistas (y de los curadores de arte) puede ser decisiva en el combate contra la violencia de género, en la lucha contra la corrupción, en la crítica a todo proyecto autoritario.

En el Perú (y en una izquierda -tan poco mariateguista, por decir lo menos-) seguimos sin entender el rol decisivo de la cultura para combatir los grandes problemas nacionales. No existe la posibilidad de reconstruir los vínculos ciudadanos y de elevar el debate político en la esfera pública (más allá de los estereotipos y de la ignorancia) sin políticas culturales coherentemente gestionadas. Dicho al revés: sin una mejor cartelera de cine, sin galerías encargadas de renovar nuestro sentido estético, sin un teatro con precios accesibles, sin libros baratos, sin música diversa, sin poesía en las calles, sin bibliotecas municipales y sin centros culturales a lo largo y ancho del país, seguiremos siendo una sociedad –una cultura– que no se cansa de repetir, tanáticamente, sus mismos errores. Es claro que el mercado, por sí solo, no puede promover la cultura. Por lo general, la racionalidad mercantil suele distanciarse mucho de una verdadera opción democratizadora y de ofrecer calidad, en muchos casos. 

En suma, el reto mínimo del Ministerio de Cultura sigue siendo mostrar su importancia. Para lograrlo, para difundir su labor, necesita articularse con otros sectores a fin de activar, radicalmente, en la población el deseo de consumo cultural, vale decir, el deseo de querer aprender más, de adquirir una perspectiva histórica, de no rehuirle al pensamiento crítico, de conocer lo desconocido y de aprender a descubrir, en la experiencia estética, una posibilidad de reconstitución de la vida personal y colectiva. 


Crédito de la imagen: «Rosa Cuchillo«, actuación de Ana Correa en el Brown International Center Advanced Research Institute, junio 2012.

25.08.2021

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