Tejiendo el puente

Francesca Fernandini

El puente Queswachaca, un puente ubicado sobre el río Apurímac, ha sobrevivido a más de 500 años de cambios políticos, sociales, económicos y medioambientales. Este puente es renovado año a año por los miembros de las comunidades de Huinchiri, Chaupibanda, Qollana Quehue y Chocayhua, quienes, haciendo gala de una resiliencia y estabilidad envidiable por nuestra clase política, generación tras generación, vuelven a tejer el puente y así mantener la trama que los une como comunidades. 

La metáfora de una trama de personas, acciones, alianzas y compromisos que permite una gestión a largo plazo puede ser adecuada para explorar los rumbos que puede tomar el Ministerio de Cultura (en esencia, Culturas) en su segunda década de existencia. En un país con un patrimonio material e inmaterial diverso, milenario y particularmente inmenso, la tarea de este ministerio es diametralmente inversa al presupuesto asignado anualmente, así como a su poder de negociación frente a otros ministerios. La frase «el Ministerio de Cultura no se da abasto» es una frase escuchada y dicha por la gran mayoría de los que de alguna manera u otra vemos nuestra vida profesional vinculada a esta institución. Sin embargo, esta carencia de fondos no se traduce en una carencia de capital humano. Los funcionarios del MinCul, especialmente los que recorren las trochas y caminos trajinados por nuestros antepasados, son el mejor ejemplo de la calidad humana que el Ministerio de Cultura, y posiblemente todos los ministerios, necesita. Estas personas, como puntas de lanza, conocen, conversan e intercambian realidades con las comunidades en las que trabajan, ya sean urbanas o rurales. Estos funcionarios, en su labor diaria, se ocupan de la inmensa tarea de difuminar la ominosa dicotomía estado-pueblo que tiende a caracterizar a las instituciones públicas. Parten con directrices claras: llegar, ejecutar e informar (informes y más informes…); sin embargo, en el hacer del día a día terminan entrelazándose en los tejidos locales, dejando de lado los chalecos institucionales para participar de manera activa, generando así espacios horizontales que les permitan insertarse en el entramado comunitario y generar sinergias culturales que involucren la comunidad de manera orgánica y sostenida.

Las lecciones de las comunidades que mantienen el puente Qeswachaca y de los funcionarios de campo del Ministerio de Cultura nos enseñan que la clave del éxito está en el trabajo colaborativo, sostenido y horizontal. Un ministerio cuya sede central concentra todo el poder de decisión y planificación, con sedes regionales que funcionan como mesas de parte satélites, atendiendo procesos burocráticos mecánicos con nulas capacidades para interferir en políticas culturales locales, es realmente un ministerio que se enreda en su propia trama, incapaz de tender puentes. 

Entonces, ¿cómo tejemos el puente?

  1. Planificar y terminar. Lo propio y lo ajeno. Tenemos una necesidad imperante de planes y programas con etapas bien delimitadas que puedan ser ejecutadas con continuidad, resistiendo a la inexplicable necesidad de cambiar de ministro cada cuatro, seis u ocho meses. Las políticas y planes del MinCul tienen que ser más resilientes que sus autoridades y funcionarios.
  2. Desconcentrar. Fortalecer las sedes desconcentradas (regionales) del MinCul con recursos humanos y presupuestales, incentivando la captación de especialistas regionales con el objetivo de diseñar e implementar políticas culturales propias que se hagan desde la región para la región.  
  3. Colaborar. Fomentar y trabajar con iniciativas culturales locales lideradas por colectivos culturales, municipios, iniciativas académicas o de la empresa privada. Esto permitirá generar diálogos horizontales, incorporar aportes contextualizados en realidades locales a la vez que se incrementa el capital humano trabajando a favor del desarrollo cultural.
  4. Aprender de la experiencia. Cada iniciativa del MinCul termina en un informe. Sin embargo, la información que estos contienen raramente es utilizada como retroalimentación. Es necesario aprender de las experiencias positivas y negativas de cada iniciativa, hacer seguimiento, mejorar y reaplicar. Para lograr este objetivo, se debe recurrir a la implementación de tecnologías y softwares aplicados que permitan sistematizar estos procesos. 

Para tejer entonces el puente, necesitamos una trama tejida con hilos de estabilidad, cruzada por políticas públicas descentralizadas, que se entrelacen con las distintas voces de las comunidades a las que quieren beneficiar. Claro, también ayudaría no cambiar de ministro cada cinco minutos.


Crédito de la imagen: «Rosa Cuchillo«, actuación de Ana Correa en el Brown International Center Advanced Research Institute, junio 2012.

01.09.2021

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