Un doble debate político común a todo el país

Evelyne Mesclier

A diferencia de los análisis que oponen radicalmente el voto de Lima al del resto del país, propongo mostrar que todo el país determinó posiciones dentro de un mismo campo de batalla ideológica, sobre la base de dos debates principales: el modelo económico, por un lado (los “pro” y los “anti” neoliberalismo), y los valores democráticos contemporáneos, por otro  (sistema representativo pero también relaciones de género y derechos de las minorías). Se configuran así cuatro polos: neoliberalismo autoritario, conservador o incluso reaccionario; neoliberalismo democrático en lo formal y, en mayor o menor medida, progresista en temas sociales; anti-neoliberalismo autoritario y conservador; y anti-neoliberalismo democrático y  progresista.

En la primera vuelta, esta configuración se expresó en todo el país, en cada región, en las ciudades y en el campo, generando una gran dispersión entre estos cuatro polos, algunos representados por un solo candidato y los otros, por dos o hasta tres de ellos. Sin embargo, las oposiciones retoman también tendencias de fondo de la última década: en 2016 llegaron a la segunda vuelta dos candidatos pro-neoliberalismo, el uno más progresista (PPK) y la otra más autoritaria (Keiko Fujimori), y en el 2011 dos candidatos representantes del autoritarismo, la una, favorable al neoliberalismo (Keiko Fujimori) y el otro, representante del voto anti-neoliberal (Ollanta Humala).

En el 2021 los ganadores de la primera vuelta son nuevamente ambos conservadores en lo social. El electorado “progresista” en temas de democracia y sociedad que votó probablemente sobre todo por Hernando de Soto, Verónika Mendoza o Julio Guzmán es representado en todas las clases socioeconómicas del país, incluyendo las más modestas. Según un gráfico elaborado por Jesús Alejandro Palomino y difundido por Marco Sifuentes, Mendoza, opuesta al neoliberalismo y abiertamente favorable a los derechos de las minorías, obtuvo entre 7 y 9% en los sectores ricos, medianos y pobres. Solo Yohny Lescano, candidato de un partido que se auto-considera democrático pero que tiene una propuesta conservadora en lo social y centrista en lo económico, tiene también una aceptación pareja en los diversos estratos. Mendoza obtiene resultados honrosos tanto en las ciudades como en el campo, si bien solo en ciertos lugares: en particular en su ciudad natal, Cuzco, y en algunos distritos rurales de los departamentos de Cuzco y Ayacucho, con votaciones que pudieron alcanzar más de 25%; así como en Lima, donde obtuvo alrededor de un 10% de los votos en los distritos centrales y un 7% en la mayoría de los distritos periféricos. Del lado también demócrata, pero esta vez neoliberal, los votos por Hernando de Soto provienen de los sectores socioeconómicos acomodados y medianos, lo cual significa también cierta concentración en las grandes ciudades del país y, en particular, en los distritos céntricos de Lima y de Arequipa, su ciudad natal. Representado en todo el país, en sus versiones pro y antineoliberalismo, el voto progresista es también globalmente muy minoritario. 

El conservadurismo social, gran ganador de la primera vuelta, está representado en las clases socioeconómicas más acomodadas por el neoliberal y reaccionario Rafael Lopez Aliaga y, en las demás, mayormente por Keiko Fujimori y por Pedro Castillo. En muchos contextos, en Lima como en el resto del país, el candidato más conservador le gana al más progresista, tanto  en el campo anti-neoliberalismo como en el pro-neoliberalismo. En los distritos donde el voto progresista está muy presente, como San Isidro en Lima, donde De Soto es el más votado y Mendoza obtiene más de 8% de los sufragios, el voto reaccionario es también muy fuerte: 29% por López Aliaga, quien también llega segundo en el centro de Arequipa. En el extranjero, Mendoza y De Soto obtienen bastantes votos, pero López Aliaga y Fujimori llegan primeros. En las regiones, de la misma forma, el candidato más conservador obtiene casi siempre más votos que el más progresista. 

Dentro del voto conservador, Keiko Fujimori representa como López Aliaga el neoliberalismo. Obtuvo buenos scores en los barrios periurbanos de Lima pero también en contextos rurales de varios departamentos de la costa y de la Amazonía. Sin embargo, aunque muchas personas consideran aún como positivo el legado de su padre, en particular en el tema sociopolítico, muchas otras cuestionan ahora el modelo neoliberal que ella defiende.

Pedro Castillo es el único representante del polo anti-neoliberal y conservador, lo cual le permitió juntar los votos de una proporción muy importante del electorado en un contexto de crisis económica acelerada por la pandemia. Se impone sobre todo en la cordillera y en particular en los departamentos considerados como los más pobres, marginados incluso durante el periodo de bonanza que conoció el país. Se sustituye en parte a los votos de la izquierda progresista en el sur, donde esta fue mayoritaria en el 2016, empatando en su ciudad natal con Mendoza, y en parte a los votos del neoliberalismo autoritario en el centro y en el norte, en lugares que oscilaban en las elecciones anteriores entre el respaldo al modelo y su rechazo. No es solo el candidato del campo ni tampoco solo el de las regiones: obtiene un porcentaje de votos bastante alto en distritos muy céntricos como Ayacucho o Cuzco y en las periferias urbanas de Arequipa. Su score es muy bajo en la Lima acomodada, pero bastante decente en las periferias de la capital e incluso en barrios populares del centro.

Si bien los nombres que encarnan los cuatro polos varían, según la capacidad propia de cada personalidad y cada partido para implantarse en las diversas regiones, los debates de fondo no parecen ser muy distintos de una región a otra o entre la ciudad y el campo. El carácter político y no solo “identitario” del voto–en el sentido de votar por la persona que más se parece a uno por su origen social, étnico o geográfico–explica que Castillo pueda ganarle a Mendoza o a De Soto en sus propias regiones y pisarle los talones a Keiko Fujimori tanto en las periferias de Lima como en los sectores socioeconómicos medianos. La cartografía que más se ha difundido luego de la primera vuelta, focalizada sobre quién llegó primero para la presidencia en cada distrito, provincia o departamento, transmite la imagen de una fuerte división espacial vinculada con posiciones socio-económicas, la misma que definiría tajantemente tres zonas: Lima, la costa y la amazonía, y, finalmente, la cordillera y el sur. Sin embargo, además de revelar matices en esta configuración, los detalles de la distribución del voto dan cuenta de una segunda línea de fractura—sin relación directa con la organización geográfica del territorio nacional—entre las aspiraciones demócratas y progresistas, bastante ubicuas pero minoritarias, y un elemento autoritarista y conservador, presente en todos los sitios y todos los estratos socio-económicos del país, que ha marcado los resultados de estas elecciones.


Fotografía cortesía de Musuk Nolte, 2020

06.05.2021

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