Un fascinante vocabulario incaico

Luis Andrade Ciudad

Inspirado en el clásico libro del historiador Raymond Williams, César Itier, profesor de quechua del INALCO (Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales de Francia) e investigador de larga trayectoria en los Andes, ha publicado recientemente un fascinante vocabulario en el que analiza de manera pormenorizada dieciocho palabras clave de la sociedad y la cultura incas.

Se trata de palabras clave por lo menos en dos sentidos: como panaqa, inka y suyu, están estrechamente ligadas a la organización social y política del incario y, como wakcha, willka y purum pacha, permiten acceder de manera privilegiada a los valores, concepciones y narrativas que dieron sentido a esa organización. Por eso, estamos ante más que un diccionario y, tal vez, también las palabras glosario y vocabulario se queden cortas. Son, en verdad, dieciocho artículos lexicológicos que buscan entablar un diálogo sólido y creativo con la historia y la arqueología del sur andino.

No es exagerado afirmar que estamos ante una obra de madurez. A lo largo de varias décadas de trabajo sostenido, marcado por la traducción, edición y análisis de textos cruciales para la historia de los Andes, pero también por la etnografía y el trabajo de campo, Itier ha venido forjando una visión particular, informada y fundamentada, de “las palabras y las cosas” del incanato. Este largo y denso camino se ve bien reflejado en este volumen, que recoge y profundiza algunas ideas que el autor ya ha presentado en artículos previos, publicados en revistas especializadas, y que han dado lugar a debates a veces punzantes, pero siempre productivos.

Una reseña corta no permite intentar un panorama siquiera superficial del conjunto léxico analizado. Por eso, quisiera concentrarme en solo tres aspectos que recorren de manera transversal el análisis de las dieciocho voces: la metodología, algunas premisas sociohistóricas que guían el trabajo y algunos aspectos editoriales. Esto último, por supuesto, ya no concierne directamente al autor (por lo menos, no principalmente), sino al trabajo de las casas editoras, el Instituto Francés de Estudios Andinos y Commentarios.

Salvo el capítulo preliminar, que presenta el panorama histórico-lingüístico en que se enmarca el análisis, los dieciocho capítulos siguientes tienen un ordenamiento común, que refleja el procedimiento seguido por el autor. Se empieza por presentar las acepciones actuales de cada palabra, atendiendo con especial interés a los quechuas del sur andino, sin descuidar la información existente sobre otras variedades de la familia lingüística. En un segundo paso, se da cuenta de las principales acepciones y usos contenidos en los documentos coloniales relevantes: léxicos del quechua y el español, crónicas tempranas y tardías, sermonarios de los siglos XVI y XVII, obras teatrales del XVIII, entre varias otras fuentes de una amplitud impresionante. El momento siguiente apunta a la integración de las diferentes acepciones recogidas con miras a la interpretación etimológica, en diálogo con las fuentes históricas. 

Túnica inca, c. 1460-1626. The Metropolitan Museum of Art

Por supuesto, el ambicioso objetivo final —el grand finale etimológico— se logra de manera más redonda en algunos casos que en otros, y es aquí que resulta conveniente detenernos en algunas de las premisas sociohistóricas que subyacen al libro. Una de ellas es la necesidad de vincular el vocabulario incaico con lo que se sabe acerca de la historia de este imperio, pues Itier está convencido de que las visiones que intentan retrotraer exageradamente la historia incaica, proponiendo una suerte de principios atemporales que recorrerían el pasado andino casi desde sus inicios, no han hecho sino oscurecer las cosas. De cualquier modo, en algunos casos relevantes, el autor reconoce la importancia de mirar hacia esos tiempos previos (y, en menor medida, hacia las lenguas correspondientes) para entender mejor la historia lingüística. En tal sentido, el libro se puede entender como un esfuerzo por historizar, en la medida de lo posible, el vocabulario de los incas. El punto está en qué significa exactamente en la medida de lo posible

Las premisas referidas permiten explicar adecuadamente casos como el de ayllu, cuyo significado primigenio habría sido el de ‘boleadora’, un antiguo instrumento también llamado liwi, formado por dos o tres bolas conectadas mediante sogas que se reúnen en un solo punto, y cuyo lanzamiento a distancia le permitía al atacante trabar o bien las patas de la presa o bien los pies del enemigo. Este significado instrumental habría dado lugar a la acepción metafórica de ‘parentela’, en un camino semántico razonable, que pone de manifiesto la importancia de los lazos de parentesco instaurados por un ancestro común, conceptualizado, a su vez, como un guerrero.

Si bien la institución del aillu se habría originado durante el Horizonte Medio, junto con el culto de los ancestros —iniciado, según la arqueología andina, en los Andes norteños—, bajo el imperio incaico se habría reforzado como una unidad básica de movilización laboral y militar en favor del Estado. “Por ese motivo”, concluye Itier, “el aillu se concretiza ante todo en lazos de hermandad entre los miembros de su generación masculina plenamente activa” (p. 125). Es de resaltar que este análisis se refuerza mediante la inserción de material iconográfico, tal como sucede con otros vocablos como qhapaq y mallki. Historiadores del arte y arqueólogos encontrarán de mucho interés este intento sugerente de vincular la filología andina con la iconografía.

En otros casos, el esfuerzo por concentrar la búsqueda etimológica en el período incaico (y casi exclusivamente en el quechua) puede conducir a cierta especulación interpretativa que excede lo que nos dice la evidencia empírica y documental. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el autor abraza y profundiza la propuesta de Alfredo Torero, quien entendía el primer componente de la voz cuzqueña wiraqucha como una metátesis-o el cambio de lugar de algún sonido en un vocablo-de wari, el nombre de la deidad acuática prevalente en la sierra central. Wiraqucha sería, entonces, el equivalente surandino de Wari. Sin embargo, como advierte Rodolfo Cerrón-Palomino (quien, más bien, propone el étimo aimara wilaquta ‘lago de sangre’), la invocación a la metátesis resulta arbitraria en este caso, ya que procesos semejantes, con permutación de vocales al margen de su entorno silábico, no se observan con la frecuencia requerida en las lenguas andinas.

Algo similar sucede con el análisis de la palabra inca. Itier defiende el étimo quechua *inka ‘selecto, separado de un conjunto’, frente al propuesto por Cerrón-Palomino, *inqa ‘principio generador vital’, atribuido al puquina y presente hasta hoy en el lenguaje ritual de las provincias cuzqueñas del sur. Si bien la revisión de fuentes históricas lleva de manera clara a Itier a definir la categoría sociopolítica de los incas como una asociación militar multiétnica cercana a las órdenes de caballería —los orejones—, la etimología que propone se basa en una relación discutible entre el nombre y la supuesta partícula posposicional inka, de significado distribucional (‘a cada uno’). Al respecto, un punto que deja sin resolver es cuál sería el significado primigenio: si es el más abstracto el que da lugar al nombre de la categoría social o viceversa. A mi modo de ver, no sería necesario forzar un vínculo entre ambos elementos a fin de encontrarles un engarce con los interesantes datos históricos aportados. Se trata, pues, de un caso que ilustra las distintas perspectivas que podemos tener sobre qué significa historizar en la medida de lo posible.

Unas palabras finales sobre la edición, muy acertada en el cuidado del texto (salvo algunas erratas inevitables) y, en especial, en el hermoso trabajo de la carátula, basado en un retrato decimonónico de Sinchi Roca. Como sabemos, en la producción editorial peruana, no es habitual la inclusión de índices onomásticos, temáticos o conceptuales. En el caso de este libro, sin embargo, esta ausencia es muy problemática, porque el autor no se limita a trabajar con las dieciocho palabras analizadas en cada capítulo. Antes bien, como es natural en todo trabajo filológico, su argumentación toma en cuenta muchos otros términos que un lector especializado requeriría poder encontrar con facilidad. En este sentido, hubiera sido recomendable contar por lo menos con un índice de términos al final del volumen. Mis observaciones tanto editoriales como de contenido no buscan en modo alguno restar la importancia que tiene el libro. En un campo temático tan complejo como el de la historia del quechua, es esperable que ideas bien expuestas y fundamentadas nos lleven, por momentos, a discrepar, tal como, en otras muchas ocasiones, nos vemos impulsados a seguir sin problemas las rutas abiertas por el autor. Finalmente, de eso se trata en el trabajo académico: de invitarnos mutuamente a pensar y repensar. Palabras clave de la sociedad y la cultura incas es una muestra inmejorable de ello. Es una invitación que los investigadores de las diferentes disciplinas interesadas en el estudio de los Andes haríamos bien en recoger.


César Itier. Palabras clave de la sociedad y la cultura incas. Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos, 2023.

16.03.2024

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