Cambiar de acento con un clic

Luis Andrade Ciudad Raiza Franco

La noticia fue difundida por CNN este último diciembre y se expandió rápidamente en las redes: un grupo de egresados de la Universidad de Stanford está desarrollando una app para cambiar de acento con un clic. El reportaje propone como ejemplos que, gracias a la tecnología, un trabajador de un call center en Filipinas puede hablarle al micrófono y terminar sonando como alguien de Kansas, mientras que un hablante de inglés indio puede resultar hablando en “Standard American English” sin cambiar el tono de su voz (esta segunda muestra se puede escuchar en el artículo citado de CNN).

Si bien, por el momento, la iniciativa se está probando en call centers, los impulsores tienen como horizonte alcanzar una diversidad de industrias e individuos. Una de las áreas más promisorias, dicen, es el campo de la salud, donde los problemas de comprensión entre médicos y pacientes pueden tener un grave impacto negativo.

La app se llama Sanas, una palabra fácil de pronunciar en distintos idiomas (con claras resonancias médicas en español) y, por el momento, puede convertir enunciados entre distintas variedades de inglés: los “acentos” que se mencionan son el “americano” (estadounidense), el australiano, el británico, el filipino, el indio y el español. Si bien estos distintos acentos pueden en teoría servir como fuente y como meta de la transformación dialectal operada por el algoritmo, no es casual que los ejemplos ofrecidos en los reportes periodísticos tengan siempre como meta a variedades cercanas al “Standard American English”. Y es que el surgimiento de la app se enmarca en un contexto de transnacionalización de servicios en que los clientes de Estados Unidos son atendidos por trabajadores de antiguas colonias estadounidenses y británicas, como Filipinas e India, quienes, a pesar de tener el inglés como lengua dominante, no son considerados como hablantes nativos.1 Véase un ejemplo de esta última tendencia en la figura 1.

Figura 1: De @JMartinTEFL, captura de pantalla de la web de i-to-i Teach English Abroad & Online, 13 de noviembre de 2021

Ahora bien, la lógica que está detrás de la iniciativa empresarial, que ya ha logrado recaudar importantes fondos-semilla, no solo tiene que ver con garantizar la intercomprensión mutua, sino también con una supuesta supresión momentánea de la discriminación lingüística, bajo el supuesto de que el problema está en el acento de los hablantes “no nativos”. Al explicar que todos los miembros de Sanas han experimentado diferentes trayectorias de migración a los Estados Unidos, uno de los fundadores afirma: “Hemos visto de primera mano cómo la gente te trata de manera diferente simplemente por la manera como hablas. En ocasiones es desgarrador”.2

Desde la sociolingüística, se están trabajando algunos enfoques sobre la discriminación lingüística que hemos creído oportuno compartir en relación con esta noticia, más allá de expresar nuestro escepticismo sobre las verdaderas ventajas sociales de la propuesta por la homogeneización cultural que en principio supone.

En primer lugar, sabemos que la discriminación es un fenómeno complejo que atraviesa a las personas en las diferentes dimensiones semióticas de la vida social. Si separamos los aspectos lingüísticos del problema, es solo por las ventajas analíticas que ello supone, pero no debemos engañarnos y pensar, por ejemplo, que de manera automática el manejo del estándar, sea del inglés americano o del español limeño, llevará a los estudiantes de grupos racializados a dejar de experimentar el trato desigual que recibieron sus padres. Se puede recordar, como un ejemplo peruano, al profesor universitario que hace pocos meses instaba a sus estudiantes no limeños a esforzarse por dejar de hablar como “provincianos”, “por su propio bien”. Y es que el lenguaje se inscribe en cuerpos que despliegan una serie de marcas étnicas y sociales: es este conjunto complejo el que es evaluado y eventualmente estigmatizado por quienes adoptan una posición de poder, lo que incluye muchas veces a los mismos sujetos discriminados. De este modo, los privilegios se reafirman y perpetúan mediante las diversas formas de racismo, de las cuales el racismo lingüístico es solo una parte. En este sentido, resulta difícil extrapolar mecánicamente los resultados preliminares que está obteniendo la app en los call centers a otros espacios y circuitos de la vida social.

En segundo término, se observa con frecuencia un sesgo en la mirada de la discriminación que lleva a concentrar el foco en los individuos discriminados y a sacar fuera de la escena a las personas, grupos e instituciones que se ubican en la posición de discriminadores. En el artículo de CNN, por ejemplo, se afirma que el acento de un teleoperador “hacía difícil a muchos clientes entenderlo; algunos incluso lo insultaban por su forma de hablar”. Nótese que el uso de la frase verbal hacer difícil (made it hard en el original) ubica de manera tajante la causa del proceso en el acento del teleoperador. De este modo, terminamos no solo teniendo una mirada parcial del fenómeno, sino que corremos el riesgo de perpetuar la idea de que los problemas están, en efecto, en las personas que “hablan mal” o que tienen un acento “diferente” y “poco comprensible”. Incluso a veces se piensa que ellos y ellas deberían esforzarse para “blanquear” sus voces y así ser adecuadamente entendidos y mejor valorados.

En el Perú, se pueden observar conglomerados de creencias como estas gracias a los estudios realizados sobre el “motoseo” o alteración de timbre vocálico en las palabras del español por influencia del quechua y el aimara. Aunque ahora sabemos que, en términos de fonética acústica, este fenómeno involucra tanto a la producción de los hablantes discriminados como a la percepción de los oyentes discriminadores,3 se siguen cargando las tintas exclusivamente en el sujeto bilingüe “motoso”, quien muchas veces termina asumiendo que el problema se origina en su propia falta de esfuerzo para pronunciar adecuadamente las palabras castellanas a la manera estándar.4 Mientras la investigación reciente invita a reorientar la atención hacia los sujetos que discriminan, iniciativas empresariales como la comentada reafirman el carácter “problemático” de quienes hablan (hablamos) “con acento” como el factor que dispara la desigualdad.

En tercer lugar, sabemos que las tecnologías, lejos de ser elementos neutrales de la vida social, están marcadas por ideologías y, en este sentido, pueden terminar siendo funcionales a la dominación de unos grupos sobre otros. La literatura especializada da cuenta de cómo estas entidades no humanas racializan a determinadas personas a través de la producción de perfiles lingüísticos como los que esta app propone.5 Pongamos un ejemplo del ámbito de la educación básica. En los Estados Unidos se les ha pedido a algunos niños de hasta cuatro años, provenientes de hogares marginados racial y socioeconómicamente, utilizar un dispositivo para estimar la cantidad de palabras que escuchan en casa bajo la premisa de que sufren una carencia de input en comparación con sus pares blancos de clase media. Así, la tecnología reproduce una perspectiva del déficit que posiciona como problemáticas las formas de socialización de ciertos grupos estigmatizados.6

Otro ejemplo puede encontrarse en las aplicaciones que proponen enseñar a pronunciar el inglés como “un americano” mediante el reconocimiento de patrones de habla de los hablantes “no nativos”, como ocurre con Elsa (figura 2). Al igual que Sanas, Elsa adopta la perspectiva discriminadora y marca como poco claras formas de hablar que no coinciden con un acento específico, previsiblemente cercano a las formas sostenidas como estándares. Nos topamos aquí con el complejo problema de los modelos, muchas veces restrictivos y basados en visiones idealizadas del “hablante nativo”, que se plantean para el aprendizaje del inglés como lengua extranjera, tema que excede las pretensiones de esta nota. Por otra parte, aunque las diferencias de desarrollo tecnológico y la ausencia de investigación al respecto nos impiden encontrar para este punto un ejemplo local, bastará decir que la figura 2 se basa en la pronunciación de inglés de uno de los autores para dar cuenta de cómo los efectos estigmatizadores de la aplicación tienen alcances claros entre los aprendices que residimos en países latinoamericanos.

Figura 2: Captura de pantalla de Elsa, una app que marca en rojo la pronunciación “incorrecta”

De cualquier modo, parece cauto esperar a ver lo que eventualmente harán los usuarios con las posibilidades que les brinde la nueva app, pues, como sugiere la investigación sobre las recientes aplicaciones de traducción en línea de Facebook vía crowdsourcing o colaboración abierta distribuida, los espacios virtuales pueden ofrecer ciertos márgenes de acción para que los individuos se vuelvan agentes efectivos de políticas lingüísticas, en un espacio tradicionalmente dominado por las instituciones oficiales y las grandes corporaciones.7

Con todos sus bemoles, la iniciativa empresarial de Sanas y el auspicioso recibimiento que ha obtenido ofrecen una oportunidad para pensar en las utopías comunicativas y culturales de nuestra época. Vivimos en un momento signado por la negación de la ciudadanía a personas y grupos caracterizados por distintos tipos de diferencias respecto de los modelos hegemónicos. La fantasía de eliminar momentáneamente el acento extraño entrega una buena ilustración de las formas novedosas como se puede perpetuar la desigualdad en los tiempos que corren.

Flavia Gandolfo, Sin título. Serie Las razas, 1996-1998.
Impresión por inyección de tinta sobre papel de algodón, 86 x 75 cm. Cortesía de la artista

Notas

  1. Ramjattan, V. A. (2019). “Raciolinguistics and the Aesthetic Labourer”. Journal of Industrial Relations, 61(5), 726-738.
  2. Traducción nuestra, ver el artículo citado al inicio del texto
  3. Pérez Silva, Jorge Iván et al. (2008). Contra el prejuicio lingüístico de la motosidad: un estudio de las vocales del castellano andino desde la Fonética Acústica. Lima: Instituto Riva-Agüero.
  4. Zavala, Virginia y Gavina Córdova (2010). Decir y callar. Lenguaje, equidad y poder en la Universidad peruana. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
  5. Rosa, J., y Flores, N. (2017). “Unsettling Race and Language: Toward a Raciolinguistic Perspective”. Language in Society, 46(5), 621-647.
  6. Rosa, J., y Flores, N. (2017), 630.
  7. Lenihan, A. (2018). “Language Policy and New Media. An Age of Convergence Culture”. En J. W. Tollefson y M. Pérez-Milans (eds.). The Oxford Handbook of Language Policy and Planning. Oxford University Press, 654-674.

15.01.2022

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