El espía del inca

Luis Nieto Degregori

Esta ambiciosa novela histórica de Rafael Dumett gira en torno a la captura y posterior ejecución de Atahualpa por las huestes de Pizarro y al papel jugado en estos sucesos por un personaje de ficción, Yunpacha/Oscollo/Salango, el espía que da título al libro y que a lo largo de sus páginas cambia varias veces de identidad. Como los hilos que conforman un quipu, las líneas argumentales y los planos temporales de la novela son numerosos. Junto a la historia del protagonista, el autor desarrolla la del intérprete Felipillo, así como las de varios generales y altos dignatarios del imperio incaico, incluidas las de los incas Huayna Cápac y Atahualpa y, en menor medida, las de Túpac Yupanqui y Huáscar.

Este conjunto, que se sostiene principalmente en una trama detectivesca en torno a las acciones para rescatar al inca cautivo en Cajamarca, muestra, como si se tratara de numerosos dioramas, el complejo mosaico étnico y lingüístico que se escondía detrás del imperio del Tahuantinsuyo y, sobre todo, las fracturas, rivalidades y resentimientos que eran el otro lado de la moneda, y a la larga el talón de Aquiles, de ese poderoso imperio que llegó a extender su dominio a buena parte de América del Sur. De hecho, el protagonista principal de la novela es un chanca y junto a él sobresalen Felipillo, el lengua de origen manteño, y el general Challco Chima, de origen colla en la novela . En general, es encomiable que el punto de vista del narrador o narradores sea siempre el de los vencidos.

Los riesgos que corre el novelista en las más de setecientas páginas del libro (siquiera mil en un formato más usual) son varios y le toca al lector juzgar cuán airoso sale del desafío. El principal es el uso que hace de los quipus “no numéricos” (es decir, aquellos que serían no un recurso mnemotécnico sino una forma de escritura) para estructurar la novela y sugerir hacia el final, mediante un juego metaliterario, que la historia misma que el lector tiene entre manos fue anotada en un quipu. Y no sólo eso. Las referencias a los quipus y la técnica para anudarlos son casi omnipresentes, pues es la manera en que el protagonista y otros personajes se comunican entre sí y urden sus maquinaciones e intrigas.

El don especial que distingue al protagonista, la capacidad de contar a personas y cosas de una sola mirada, unido a su extraordinario manejo de los números, es también aprovechado a todo lo largo de la novela. De hecho, es este don el que marca el destino de Yunpacha, un yana nacido en Apcara, un pequeño pueblo lucana, quien es encumbrado hasta convertirse en alumno aventajado de la Casa del Saber como Oscollo y finalmente en espía del inca como Salango. Es más, el Contador de un Vistazo, como bautizan al protagonista, es un personaje a caballo entre la narrativa histórica y la fantástica. Elementos de este último tipo de literatura, por lo general combinados con la metaliteratura, están salpicados en toda la novela y están presentes asimismo en la percepción que en un comienzo los aborígenes americanos tienen de los españoles con sus naves, sus caballos, sus armaduras metálicas y sus pasmosas armas de juego.

La pluralidad de registros verbales es otra de las apuestas del autor. Se distinguen por lo menos tres, empezando por un español estándar para narrar sobre todo los acontecimientos relacionados con las luchas de poder entre los gobernantes incas y sus más altos dignatarios y generales. Para hilvanar el destino de los protagonistas de origen humilde, en cambio, se recurre a la riqueza expresiva del castellano andino, elaborado literariamente en las últimas décadas, siguiendo las huellas de Arguedas, por los narradores que se han bautizado a sí mismos precisamente como andinos. Finalmente, para seguir las andanzas de Felipillo, el personaje más cercano a los conquistadores españoles y quien en la novela también intermedia su actuación, se recurre a un castellano antiguo que se ve reforzado además por una ortografía que evoca la de la documentación del siglo XVI. Estos pasajes son un difícil ejercicio estilístico y, por lo mismo, pueden resultar trabajosos para los lectores no familiarizados con las crónicas u otra literatura o documentación de ese período. Una característica que no se puede pasar por alto en relación a los dos primeros registros verbales mencionados es el uso abundante de la perífrasis para designar divinidades, dignidades, festividades y, en general, expresiones propias de las culturas prehispánicas: “Señor del Principio”, “Pastor de los Turnos del Mundo de las Cuatro Direcciones”, “Hijo del Sol” son, por ejemplo, algunas de las frases usadas profusamente para referirse a los gobernantes incas.

Un último punto a señalar es la prolijidad con la que son narrados algunos pasajes de la historia incaica, como las expediciones marítimas de Túpac Yupanqui, las guerras fratricidas entre los generales de Huáscar y Atahualpa o algunas ceremonias como el huarachico. A esta última, por ejemplo, aunque importante para la trama novelesca, pues se busca mostrar el inicio de la estrecha relación entre el protagonista y uno de los principales miembros de la nobleza incaica, se le dedican más de cuarenta páginas. Y mayor aún es el espacio que en distintos capítulos de la novela ocupan las intrigas y las guerras entre los partidarios de los dos últimos incas, dándose el caso incluso de que se repiten algunos pasajes.    No se puede terminar esta reseña sin destacar uno de los mayores logros del libro, un lenguaje rico en matices que apela a recursos fonéticos (Almagru, Binal Cásar, Donir Nandu son algunos de los conquistadores y Firi Pillu su intérprete), léxicos y estilísticos para dibujar un fresco de lo que pudieron ser las últimas décadas del Tahuantinsuyo antes del pachakuti que significó la llegada de los europeos. Sin esa destreza en el manejo del lenguaje toda la arquitectura de la novela, esbozada en los párrafos anteriores, seguramente hubiese resultado endeble.

Dumett, Rafael. El espía del inca. Primera reimpresión. Lima: Lluvia Editores, 2019.

Crédito de la imagen: Khipu colonial temprano (s. XVI-XVII). Torsión y anudado. 79 x 66 cm. Colección Radicati de Quipus, Fundación Temple Radicati – UNMSM. Archivo Digital del Arte Peruano.

22.11.2020

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