Reforma electoral vs votantes golondrinos

Luis Nieto Degregori

Hay dos maneras de mirar los resultados del 11 de abril: desde el lado de la oferta electoral, que fue configurada básicamente por unas reformas a medias y el predominio todavía de los vientres de alquiler sobre los partidos políticos, y desde el de los resultados electorales. Lo sorpresivos que fueron estos últimos explica seguramente la abundancia de análisis de este tipo, cada uno con mayor o menor grado de aciertos pero todos finalmente especulativos pues es muy difícil explicar el comportamiento de cientos de miles de electores sin investigaciones específicas. Además, es comprensible por esta misma razón que muchas veces la polémica derive al tema de los planteamientos de los propios analistas y las percepciones y hasta prejuicios que pueden estar detrás.

Sobre la oferta electoral, me parece importante hacer notar que los intentos de reforma fueron petardeados cuando provenían del ejecutivo y no han sido consistentes cuando se cocinaban en el legislativo. Esto trajo consecuencias que han gravitado decisivamente en el comportamiento de los electores y que, lastimosamente, también tendrán efectos muy perniciosos en la calidad del parlamento electo, sin mencionar que nos han puesto entre la espada y la pared en segunda vuelta. 

Entre las consecuencias que no debiéramos obviar está la persistencia de los famosos vientres de alquiler cuya vida fue prolongada mañosamente cuando en las anteriores elecciones congresales no se les quitó la inscripción a las agrupaciones que no superaron el cinco por ciento. Estos vientres de alquiler, caso de Avanza País y Renovación Popular, han tenido similar protagonismo al del FREPAP y UPP en las elecciones extraordinarias del 2020. Al mismo tiempo, se dilató la implementación de los procedimientos para la inscripción de nuevos partidos, lo que a su vez jugó a favor de alianzas absolutamente coyunturales y desalentó en los últimos años esfuerzos serios de consolidación de agrupaciones de corte programático.

En relación al efecto en la calidad del congreso elegido, hay que mencionar la no reelección de congresistas, aprobada en el referéndum del 2018 en medio de los enfrentamientos entre Vizcarra y el parlamento disuelto, y la no aprobación de la bicameralidad en el mismo referéndum debido a las maniobras de la mayoría fujimorista. El actual congreso es una muestra tangible de lo pobre o incluso nocivo que puede ser el desempeño de novatos y la vacancia que sufrió Vizcarra, a la vez, muestra lo necesaria que sería la bicameralidad para a lo menos evitar procedimientos express fuente de enorme inestabilidad.

En suma, vemos que la oferta electoral de abril les caía como anillo al dedo a esos cientos de miles de votantes golondrinos (no en el sentido tradicional de electores que se inscriben súbitamente en una pequeña circunscripción para torcer el resultado sino en el de votantes desafectos que a cada nueva oportunidad cambian masivamente el sentido de su sufragio) que al final han generado fragmentación y definido el paso de uno de los candidatos a segunda vuelta, en tanto la segunda llegaba gracias al voto duro fujimorista. Si a esto le sumamos que tendremos otra vez un congreso en el que pueden resultar protagonistas los vientres de alquiler y los parlamentarios sin ninguna experiencia y sin bandera, comprobamos lo peligroso que es perder de vista el tema de las reformas electorales y de partidos políticos.


Fotografía cortesía de Musuk Nolte, 2020

09.05.2021

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