¿El Sol del Cuzco?

Natalia Majluf

Acaso por la nostalgia de un bien perdido—imperio, esplendor, privilegios—, el Cuzco ha sido pródigo en la invención de tradiciones, desde los escudos con que la élite inca formó un cuerpo de nobleza bajo los Habsburgo hasta la conocida celebración del Inti Raymi, establecida en 1944. No es del todo gratuito que uno de los autores del guion oficial de esa ceremonia reinventada fuera el arqueólogo Manuel Chávez Ballón, quien firmaría también el informe que sirvió para que el 23 de junio de 1986, bajo la gestión del alcalde Daniel Estrada Pérez, el Consejo Provincial del Cusco instituyera como escudo oficial el disco de oro conocido como “placa de Echenique,” en un intento por borrar todo rastro de la “heráldica impuesta por la conquista”.1 El peso de estas invenciones y del andamiaje burocrático que las perpetúa se hicieron evidentes cuando el Gobierno del Perú logró repatriar hace poco el famoso disco de oro: lo que se recuperaba no era ya cualquier objeto precolombino sino el mismísimo “escudo del Cuzco”, una pieza que inevitablemente debía tener como destino la “capital de los incas”.2 Parecía entonces lógico que fuera entregada formalmente en Sacsayhuamán por el propio presidente de la república el 24 de junio, el “Día del Cuzco,” en que se celebra el Inti Raymi. Una tradición inventada venía a reforzar y validar otra.3 

Casi no se mencionó en los medios de prensa dos datos esenciales: que la placa Echenique no es inca y que no tiene probablemente origen en el Cuzco. La persistencia de este “error histórico,” como lo llamó el antropólogo cuzqueño Jorge Flores Ochoa en 1997, lleva a considerar “como escudo lo que no es, a lo mucho un logotipo que no tiene iconografía inca, no es la imagen del sol y, por las evidencias mostradas hasta el momento, así como por su falta, tampoco es originario de la Región Inka”.4 

El mito de origen se encuentra ya en la primera referencia a la pieza, un testimonio del viajero británico Clements Markham. Durante su paso por Lima en octubre de 1852, en una cena en casa de Manuel M. Cotes, el General José Rufino Echenique, entonces presidente del Perú, le mostró varios “ornamentos de oro de los incas, llegados recientemente del Cuzco,” entre ellos, un alfiler con dibujos incisos y la famosa “placa” que en adelante llevaría su nombre.5 Asistido por Grimanesa Althaus de Cotes, Markham hizo un calco poco exacto, que el arqueólogo William Bollaert daría a conocer en 1860 como la representación de un zodiaco, y que más de medio siglo después el propio Markham usaría para ilustrar su libro sobre los incas.6 Echenique debió llevar las piezas consigo al partir exiliado a Chile. Allí regalaría en algún momento el alfiler de oro a María Luisa MacClure Ossandón de Edwards, de quien pasaría a Matías Errázuriz y, tras su venta a una colección alemana, terminaría siendo donado al Metropolitan Museum of Art, en Nueva York, en donde se conserva hasta hoy. La placa, en cambio, sería vendida en 1912 por el anticuario alemán Hermann Gaffron a George Gustav Heye de Nueva York, quien en 1907 estableció el Museo del Indio Americano, luego incorporado a la Smithsonian Institution de Washington.7 

Para Markham, el disco habría sido un sol usado como pectoral por las élites incas.8 Tiempo después, Marshall H. Saville, el primero en publicar una imagen de calidad de la pieza, cuestionó la interpretación de Markham y Bollaert—quienes habían propuesto que el disco sería un calendario—, identificando la figura central como un felino y asociándola a Tiahuanaco.9 En un trabajo temprano, Julio C. Tello también describió la imagen como la de un felino, aunque rodeada de cabezas trofeo, por lo que la relacionó con la iconografía Nasca.10 En momentos en que apenas empezaba a comprenderse la cronología precolombina, Tello concluiría luego que el disco pertenecía a un tiempo arcaico o acaso “a los períodos Tiawanako o de los Inkas, en cuyas culturas han sobrevivido los caracteres arcaicos de la representación de la cabeza del dios felino.”11

Ignorando la evidencia documental, relatos posteriores recrearon esta historia para sugerir que Echenique habría recibido las piezas de manos de “personas vinculadas a la nobleza incaica” durante un viaje al Cuzco.12 Lo cierto es que, con las evidencias disponibles, es imposible comprobar el origen cuzqueño del disco, que fue entregado a Echenique en Lima y no durante una estadía en Cuzco. Como ha ocurrido siempre con el tráfico de piezas precolombinas, es posible imaginar que el proveedor inventase el origen que consideraba de mayor prestigio. De todas formas, la procedencia del conjunto no sería tampoco determinante, pues las colecciones cuzqueñas del XIX conservaban objetos de distinto origen, especialmente ceramios Moche, adquiridos en Lima o en otros puntos del país.13 

Aunque se confunden con los incas en la imaginación popular, los objetos de Echenique no son de ese período, sino mucho más antiguos, probablemente, como sugiriera John Howland Rowe, de la “época 6 del Horizonte Temprano,” hacia la primera mitad del primer milenio antes de nuestra era (unos 2500 años de antigüedad).14 No existe en la cerámica contemporánea del Cuzco asociada a Chanapata o Marcavalle nada que se parezca material, formal o iconográficamente a esas piezas. Sin embargo, el descubrimiento de otro disco de características comparables—supuestamente en los alrededores de Lares, aunque en realidad adquirido por el arqueólogo Ítalo Oberti Rodríguez en la ciudad de Cuzco en 1975—, permitió a Rowe y a otros investigadores especular sobre la posible expansión de la cultura Paracas en la zona del Cuzco.15

Incluso de haber sido encontrada en algún punto de la región, la pieza no sería cuzqueña; no es tampoco un escudo, ni un pectoral, ni representa un sol y no tiene relación alguna con la cultura inca, surgida cerca de dos milenios más tarde. Aún así, hay quienes han intentado justificar su uso como emblema del Cusco trazando continuidades milenarias que comprobarían una supuesta “esencia” cuzqueña que se sostiene a través del tiempo. Dando rienda suelta a su imaginación, fuerzan una relación imposible entre el disco y emblemas incas mencionados en las crónicas de la conquista y en escritos incluso posteriores.16 El decreto que lo instituyó como escudo del Cuzco afirmaba confusamente que la placa Echenique “pudo ser el símbolo solar de los Hanan Qosqo; calendario incaico identificado con el dios felino y la divinidad Wiraqocha; la representación del Sol, o quizás también, pueda tener otras interpretaciones de carácter mítico y legendario relacionado con las culturas Chanapata, Marcavalle (pre inca) o Inca, siendo sí su común denominador, su ascendencia genuinamente cusqueña.”17 Jorge Flores Ochoa evocó con gran frustración la resistencia a escuchar a quienes cuestionaron entonces esos argumentos.18

¿Por qué, a pesar de las evidencias, se persiste en el error? Es difícil arribar a una respuesta. Carolyn Dean ha sugerido que la opción por la placa Echenique como escudo inca revelaría una preferencia por representaciones figurativas antes que por las formas abstractas del arte inca.19 Podría proponerse también que el prestigio de un objeto de oro en un imaginario marcado por sueños de El Dorado ejerce todavía seducción, sobre todo cuando queda tan poco del oro de los incas. Estos argumentos no son contradictorios entre sí. Ambos muestran una cierta obstinación por imponer la fantasía sobre los datos concretos, para proyectar visiones acerca del pasado que poco tienen que ver con la realidad del legado de los incas que ha sobrevivido hasta nuestros días. Es entonces que algunos arqueólogos intentan, a través de diversos malabares lógicos, acercarse a ese imaginario que los excede.20

Ese desajuste entre las reconstrucciones del pasado y la realidad de los vestigios arqueológicos ha marcado de diversas formas la imagen del pasado inca en el siglo XX. Señala un punto en que las autoridades locales y estatales, en su afán por legitimarse ante la sociedad, apelan a sentimientos localistas y a la nostalgia de supuestas glorias perdidas.21 Escogen ignorar el conocimiento porque hay otra narrativa que se ha impuesto de forma tal que ya parece imposible cuestionarla. Como la transformación del disco de Echenique en escudo del Cuzco, validado por su asociación con el Inti-Raymi y finalmente sancionado por su versión bicentenaria y difundida a nivel nacional, una invención va autorizando a otras en un proceso que no parece tener fin. Al igual que las falsas noticias en las redes y en los medios de prensa, se instala una verdad alternativa, que ya no depende de procedimientos de verificación racional, sino de una voluntad por afirmar una creencia, sin base empírica, ajustando a ella el conocimiento presente y futuro. El uso político del pasado es el punto de partida de este proceso que ha logrado elevar objetos no-cuzqueños al rango de emblemas regionales con un sentido de militancia que sobrepasa cualquier esfuerzo por avanzar en la investigación científica del patrimonio histórico y arqueológico del Cuzco. Esa fantasía que recrea el pasado para acercarla a ciertas expectativas del presente choca inevitablemente con una realidad—en este caso arqueológica—que no se le parece en casi nada. Y, al no parecérsele, resulta imposible que le sea reconocido su valor real. Esto podría explicar por qué el Cuzco ha tenido tan poco cuidado al momento de preservar su patrimonio, incluso cuando el discurso de una identidad regional se construye supuestamente sobre ese legado. Es la misma actitud que le permite celebrar ahora, con escaso sentido crítico y con aval oficial, un objeto foráneo como propio.


Crédito de la imagen: Jose Carlos Angulo, AFP. 24.6.2021

Notas

  1. El Acuerdo Municipal n° 063 A/MC-SG-86 fue publicado en El Peruano, 2 de julio de 1986. Víctor Angles Vargas publica los considerandos del acuerdo municipal en Historia del Cusco incaico, 3 vols. (Cuzco: Talleres de Industrial Gráfica, 1988): vol. 1, 159-162. Para un análisis crítico de la creación del Inti Raymi como “tradición inventada” véase Marisol de la Cadena, Indígenas mestizos. Raza y cultura en el Cusco, trad. Montserrat Cañedo y Eloy Neyra (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2004), 179-193. Sobre la participación de Chávez Ballón en el guión del Inti Raymi en 1952 véase Indígenas mestizos, 190.
  2. “Placa original del escudo del Cusco retornaría a la ciudad,” El Diario del Cusco, 16 de junio de 2021; Zaida Tecsi, “Escudo de Cusco que permanecía en Estados Unidos será devuelto al Perú,” La República, 17 de junio de 2021; “Embajador de Perú en EE.UU. cuenta la historia de cómo se recuperó el escudo del Cusco,” RPP Noticias, 16 de junio de 2021.
  3. Sobre el «cusqueñismo» y los símbolos creados durante la gestión del alcalde Daniel Estrada, véase Marta Kania, «Comunidad imaginada-comunidad reinventada. Patrimonio cultural y juego con sus símbolos en la política neo-indigenista en el Cusco del siglo XX,» Estudios Latinoamericanos 33-34 (2013-2014): 253-273. Sobre las distintas etapas del «cusqueñismo» en el siglo XX véase Luis Nieto Degregori, «Tres momentos en la evolución del cusqueñismo,» Márgenes VIII, ns. 13-14 (noviembre 1995): 113-161.
  4. Jorge Flores Ochoa, “No es Inka, no es el sol… tampoco es del Cuzco,” El Antoniano 7, n. 102 (1997). Agradecemos a Javier Flores por facilitarnos una copia de este artículo. Es curioso que el Ministro de Cultura, Alejandro Neyra, tomando como referencia los textos de Jorge Calero, mencione la discusión sobre la antigüedad de la pieza sin cuestionar su origen cuzqueño. Citado en Juan Carlos Fangacio Arakaki, «Cómo llegó el Sol de Echenique a EE. UU. y de qué manera se logró su repatriación? Esta es la historia,» El Comercio, Lima, 25 de junio de 2021.
  5. Clements R. Markham, Markham in Peru. The Travels of Clements R. Markham, 1852-1853, ed. Peter Blanchard (Austin: The University of Texas Press, 1991), 8. Markham describe así la pieza: “One was a breastplate worn by the Inca, a large disc of thin gold representing the sun, and round it what I believe to be signs of the twelve months with the intercalary days. It was very thin, being convex on one side and concave on the other, and the figures upon it were stamped. There were four holes on the small diameter through which a small chain was passed to secure it to the dress.” (Uno era un pectoral usado por el Inca (los incas), un disco grande de oro delgado que representaba el sol y a su alrededor lo que creo son signos de los doce meses con los días intercalares. Era muy delgado, siendo convexo por un lado y cóncavo por el otro, y las figuras habían sido estampadas. Había cuatro agujeros en el diámetro menor a través del cual pasaba la cadena que lo fijaba al traje). Markham señaló la fecha de la cena como el 25 de octubre de 1853 en The Incas of Peru (Londres: Dutton, 1910), 119. Según el diario, citado arriba, la visita se habría dado en realidad poco tiempo después de su llegada a Lima en octubre de 1852.
  6. William Bollaert, Antiquarian, Ethnological and Other Researches in New Granada, Ecuador, Peru and Chile, with Observation on the Pre-Incarial, Incarial, and Other Monuments of Peruvian Nations (Londres: Trübner & Co., 1860), entre las páginas 146 y 147. Markham publica la imagen en The Incas of Peru, 119.
  7. Julio C. Tello y Toribio Mejía Xesspe, “Historia de los museos nacionales del Perú, 1822-1946,” Arqueológicas 10 (1967), 35.
  8. Clements R. Markham, Cuzco: A Journey to the Ancient Capital of Peru … and Lima: A Visit to the Capital and Provinces of Modern Peru (Londres: Chapman and Hall, 1856), 107-108.
  9. Marshall H. Saville, A Golden Breastplate from Cuzco, Perú,  Indian Notes and Monographs (Nueva York: Museum of the American Indian, Heye Foundation, 1921), 1-8.
  10. Julio C. Tello, “El uso de las cabezas humanas artificialmente momificadas y su representación en el antiguo arte peruano,” Revista Universitaria XIII, n. 3 (1918): 528-529.
  11. Julio C. Tello, Wira-Kocha, separata de Inca (Lima, s.e. [1923]), 137-138.
  12. Tello y Mejía Xesspe, “Historia de los museos nacionales del Perú, 1822-1946”, 34.
  13. Considérense, por ejemplo, las piezas procedentes del norte del Perú que por estas mismas fechas figuraban en la colección de Ana María Centeno en el Cuzco, actualmente conservada en el Staatliche Museen zu Berlin, Berlín.
  14. John H. Rowe, “El arte religioso del Cuzco en el Horizonte Temprano,” Ñawpa Pacha 14 (1976): 1-20.
  15. Según Rowe, unos campesinos de Lares habrían entregado la pieza a Oberti, Ibid., 7. Oberti aclararía en una entrevista que encontró el disco “sobre una persona anónima que tenía la pieza y la podía vender en cualquier precio que requería,” añadiendo que, la “pregunta [por la pieza] la realicé en la calle, porque él me dijo que tenía varias piezas arqueológicas, y entre ellas tenía la pieza que hoy lleva mi nombre.” Véase Rony Bernaola, “Entrevista a Italo Oberti,” Inkari, suplemento de El Sol del Cusco 17 de febrero de 2017, 6. No habría entonces certeza tampoco sobre la procedencia de esta pieza.
  16. Esta línea narrativa, común en la prensa y en la imaginación popular, encuentra también lugar en espacios académicos. Véanse, por ejemplo, los trabajos en torno al disco Echenique de Jorge A. Calero Flores, discípulo de Chávez Ballón, incluido el siguiente: “Representación y continuidad iconográfica de templos del Horizonte Temprano al Horizonte Tardío y Período Virreynal (sic) (700 a.C. – 1615 d.C.), Arqueología y Sociedad 34 (2021), 189-210.
  17. Tomado de la transcripción de los considerandos del acuerdo municipal del 23 de junio de 1986 en Angles Vargas, Historia del Cusco incaico, vol. 1, 160-162. En esta misma lógica, Rossano Calvo Calvo considera que el escudo afirmaría una cultura pre-inca relegada por la tradición del “incanismo cusqueño contemporáneo” representado por Jorge Flores Ochoa. Véase Escudos e iconografías en la ciudad del Cusco. Antropología y arqueología del imaginario (Cusco: el autor, 2019), 32.
  18. Flores Ochoa, “No es Inka, no es el sol… tampoco es del Cuzco.”
  19. Carolyn Dean, A Culture of Stone. Inka Perspectives on Rock (Durham y Londres: Duke University Press, 2010), 169.
  20. Para los argumentos de la historia oficial de la placa Echenique como escudo del Cuzco véanse las conferencias y los trabajos de Calero Flores. No he podido consultar su libro El escudo del Cusco: el secreto de los Andes (Cuzco: Municipalidad del Cusco, 2018). Un resumen de sus argumentos se puede encontrar en los artículos “El escudo de Cusco o disco Echenique,” Inkari, suplemento de El Sol del Cusco, 17 de febrero de 2017, 4-5; “El disco Echenique o escudo del Cusco,” Qollana. Revista del Instituto de Investigaciones Antropológicas, Cuzco, 5, no. 5 (octubre-noviembre 1997), 30-33.
  21. Nieto, «Tres momentos en la evolución del cusqueñismo,» 146-148.

10.07.2021


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