Las elecciones peruanas y la crisis del signo

Roberto Zariquiey

Los signos están por otras cosas. Si digo “perro”, en la mente de quienes me escuchen se dibujará la imagen de ese animal. A eso se le llama “representación”. En el Perú, el semáforo rojo hace tiempo que no significa “pare” y no hay un peruano que no desconfíe de los billetes y monedas que caen en sus manos. En el Perú, hay, pues, una crisis del signo. Todo aquello que se base en el principio de representación está en una cuerda floja. Y esto incluye a la democracia representativa. Los congresistas, por ejemplo, no representan ya a nadie.

Una elección con casi veinte candidatos es el resultado esperable de esta crisis de la representatividad. Una primera vuelta en la que ningún candidato superó el 20% es más de lo mismo. Los candidatos, pues, no representan, ya no son signos de nada, ya no están por otra cosa (sectores sociales, ideales, lo que sea). Un candidato que le increpa a otro que no respeta a las mujeres sin que le importe que lo hayamos visto corriendo luego de dejar a una mujer entre corazones en llamas, no es un signo. No representa lo que dice representar. Una candidata que creía representar al “Perú profundo”, pero solo representaba a un sector relativamente acomodado de la capital con ideas progresistas, es un signo a medias. Un candidato, este sí de origen humilde, pero de fortuna suculenta, tampoco pudo representar a ese Perú o a ningún otro. No lograron representar a quienes querían ni insistiendo en que su forma de hablar era la del pueblo (“se burlan de mí porque hablo como peruano”), ni exagerando una variedad de castellano andino, que dicho sea de paso era el de las clases altas cuzqueñas y no el de los campesinos. No lo hubieran logrado nunca, simplemente, porque en esos espacios la representación ha muerto. 

Entonces, ¿cómo explicar al candidato que ganó la primera vuelta? Aquí surge una diferencia que es sutil pero fundamental para alguien que estudia la comunicación: la campaña de este candidato se basa no en la representación sino en la equivalencia: (“yo soy tú”, no “yo te represento”). Esto se aprecia constantemente en frases como “la constitución es carne del pueblo” o en promesas como las de cerrar el congreso (democracia representativa) y hacer un referéndum (democracia directa). No estoy convencido en lo personal de que este candidato sea lo que dice ser, pero eso no importa. Mucha gente lo cree y ya está. Estas elecciones son el resultado de décadas de destruir los cimientos de la representatividad. Las luces rojas de los semáforos seguirán siendo solo luces decorativas, los billetes serán solo papeles que generan desconfianza. Y la democracia representativa ya no saldrá más de cuidados intensivos. Lo que se viene…  quién lo sabe. No es tan fácil renunciar al signo, pero tal vez tendremos que hacerlo.


Fotografía cortesía de Musuk Nolte, 2020

15.05.2021


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