“Monumental Callao”. Respuesta del autor

Santiago Dammert

Se han presentado tres respuestas al texto que publiqué sobre la gentrificación en el Callao Monumental que ayudan a llenar algunos vacíos en mi análisis, además de proponer la apertura del debate hacia otras direcciones. Me parece importante reconocer, como bien dice Leggett, los posibles conflictos que puedan aflorar por el uso del término “gentrificación”. Existe un debate aún abierto, sobre todo en círculos académicos, sobre la idoneidad del mismo para describir una variedad de procesos ligados a la revalorización del suelo urbano. Pero aunque la revalorización del suelo en Callao Monumental sea aún una fantasía con consecuencias poco claras, desde ya podemos empezar a detectar indicios del proceso y de las intenciones de sus apoderados. Es además importante analizar estos procesos cuando se encuentran en su etapa de gestación, cuando aún no es demasiado tarde para actuar. Para ello, necesitamos darles un nombre.

Como bien señala Stiglich, la exclusión simbólica de los habitantes de sus propios espacios urbanos es una de las primeras consecuencias que se pueden observar en este caso, lo cual en sus efectos trasciende cualquier asunto de nomenclatura. Volviendo a la metáfora de la fantasía, considero que el espejismo que de momento pretende vender Callao Monumental lo hace más preocupante aun, ya que, como señala Leggett, revela la existencia de un andamiaje económico y político que permite sostener un negocio a la pérdida que solo podrá ser rentable en un futuro lejano. Esta estructura podría ser la punta de un iceberg cuyas profundidades solo podemos imaginar, pero que parece tener la suficiente estabilidad y espaldas como para sostener un alto costo y una rentabilidad obtenible solo en el largo plazo. Es claro que para que la inversión y espera valgan la pena, los recursos obtenidos deberán estar aún más concentrados en aquellos pocos que financian el desarrollo.

Dada la ausencia del municipio, se ha dejado a la población fuera de la toma de decisiones. En ese sentido estoy de acuerdo con Stiglich en que se necesitan nuevos espacios de participación, y que hay que fortalecer la voz de las comunidades. Sin embargo, considero complicado aplicar una “nueva lógica de desarrollo urbano” únicamente a través de movimientos contrahegemónicos. El estado sigue y seguirá siendo un agente importante en la transformación urbana, aunque le falta mucho para reconocer su responsabilidad y establecer métodos participativos más exitosos e inclusivos. Solo así podrá fungir de mediador de las diferentes expectativas de una comunidad, que no siempre son uniformes. Más aún, cuando se trata de generar vivienda nueva o de renovar inmuebles patrimoniales, en la práctica es muy difícil hacerlo sin apoyo del estado o de inversionistas privados, lo cual necesita de otros actores y formas de participación más allá del espacio comunitario. En ese caso, el estado tiene un rol que cumplir para complementarlos, idealmente de forma abierta y con el objetivo principal de satisfacer las expectativas de los habitantes de los barrios históricos y no solo las de los inversionistas.

Finalmente, el texto de Raimond Chaves nos puede servir para situarnos dentro de un panorama global. La precarización característica del empleo en el capitalismo tardío, así como la agresiva neoliberalización de los años noventa en el Perú han convertido cualquier cuestionamiento al modelo de negocios actual en una empresa casi fútil, al ir en contra de las narrativas de progreso a toda costa a la cual nos hemos acogido como sociedad. Esto va más allá de la gentrificación y su mentada alianza con el mundo del arte; en el caso del Callao Monumental no ha sido necesario depender de la producción de los artistas para generar valor inmobiliario. Como señala Chaves, el capital hoy en día es el que dispone del arte para sus propósitos, y no al revés. Sin embargo, me atrevería a decir que el arte siempre ha estado relacionado al capital excedente, y no es nueva su relación con el mercado de lujo, con lo cual tampoco creo que la única respuesta es evitar por completo el mercado. Dicho esto, considero que en el Perú se agrava la dependencia el artista de lo comercial, dado el embrionario (y aún insuficiente) apoyo del estado a las industrias creativas.

En el caso de Callao Monumental, no resulta sorprendente que los artistas aprovechen una oportunidad de financiamiento como la que representa. También entra en juego a la fantasía construida por los inversionistas, consumida tanto por la ciudadanía como por los artistas y creativos. Por tanto no creo que la participación de artistas en el complejo se deba a una resignación completa al mercado, sino a una seducción por parte del inversionista y a una falta de agencia causada por la ausencia de apoyo del estado a las artes. Es así que, tanto en la ciudad como en el mundo de las artes, nos encontramos con un panorama en el que la mayor parte de relaciones que existen son entre privados, ineludiblemente dirigidas por los actores con más recursos económicos. El resto de actores, ya sean miembros de la comunidad, artistas o gestores culturales, devienen en peones de los administradores de este capital opaco y sin restricciones.

Como nota final y en referencia a los tiempos en los que vivimos, condicionados por el coronavirus y con una grave recesión económica en ciernes, quizás algunos sistemas que habían agotado su utilidad o que presentaban señales de extenuación puedan ser reformados. Las crisis económicas suelen poner en duda las premisas del neoliberalismo: ya sea para el bien de la comunidad o la supervivencia de las empresas, se necesita de la intervención del estado para estabilizar situaciones fuera de lo común. Esto conlleva la adopción de acuerdos que quizás antes nos parecían imposibles, y nos ofrecen un atisbo de esperanza al desarrollo de una forma de producir menos despiadada y más distributiva. Pienso en la Plaza de Acho, actualmente convertida en albergue para ciudadanos sin techo en situación de extrema necesidad; ¿cuándo esto acabe, los volveremos a echar a la calle? Para mi la respuesta obvia sería gestionar la construcción de nueva vivienda social tanto para ellos como para quienes no tienen una vivienda digna a su alcance. Parece que estamos preparados para tomar decisiones solidarias en tiempos de crisis, ¿por qué no lo haríamos también en tiempos de estabilidad? Somos perfectamente capaces de incluir al otro en el desarrollo de la ciudad; nos queda seguir demostrándolo. 

Crédito fotográfico: Ibrehaut Own work, CC BY-SA 4.0 (detalle)

25.03.2020

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

You may use these HTML tags and attributes:

<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>


del mismo autor

Gentrificación en el Perú: el caso de Monumental Callao

A partir del 2015, un grupo de casonas alrededor de la Iglesia Matriz en el deteriorado centro histórico del Callao empezó a ser renovado y los espacios públicos adyacentes se llenaron de actividades, espaci...