Respuesta a la reseña del libro «¿De qué colegio eres?»

Luciana Reátegui Alvaro Grompone Velásquez Mauricio Rentería

Hace unos días apareció la reseña de César Nureña al libro ¿De qué colegio eres? Más allá de los debates que nuestro libro ha suscitado en el ámbito público en relación con las formas como se concentra el poder en el Perú, su reseña nos presenta una buena oportunidad para aclarar los aportes académicos de nuestra investigación. Como hemos sostenido en diferentes medios, esperamos que esta publicación anime discusiones y críticas, pero fundamentadas en el trabajo académico riguroso, lo cual resulta crucial en el ámbito nacional. 

Para empezar, Nureña indica que el libro no es sobre reproducción social y sus mecanismos, como se indica en el subtítulo. Esta afirmación nos resulta sorpresiva. Si entendemos por reproducción social el proceso por el cual individuos, familias y grupos mantienen su posición de clase a través de generaciones, no debiera llamar mucho la atención que una investigación incorpore estrategias educativas o de acumulación de capital social como significativas para este fin. Nureña, sin embargo, tiene en mente otros mecanismos que, en su concepto, son más potentes como manera de preservar el privilegio. ¿Cuáles son estos mecanismos? Básicamente, en palabras de Marx, “sangre y lodo”: “modos particulares de apropiación de riquezas, formas de manipulación política, violencias de diversos tipos, etcétera”. Con esta enumeración de factores que subordinarían algo tan aparentemente inocente como la elección escolar, uno no puede sino comprender la desilusión de Nureña, quien, al abrir las páginas del libro, pareciera haber esperado historias próximas a la de Daniel Plainview en Petróleo sangriento.

En parte, da la impresión de que la crítica de Nureña se ancla en un marco conceptual que no distingue clase alta de grupos de poder económico. Si bien ambos se relacionan y condicionan mutuamente, se trata de objetos sociológicos distintos que reclaman el análisis de estrategias específicas. Este libro no trata de los modos más o menos violentos que utilizan los grupos de poder para generar ganancias e incrementar su poder en el mercado, sino más bien sobre cómo es que familias pertenecientes a la clase alta peruana garantizan que su descendencia pueda ocupar (o heredar) posiciones destacadas en diferentes campos profesionales, artísticos y productivos. En ese marco, planteamos que los colegios resultan un espacio privilegiado para este fin. Si bien cada uno de estos espacios tiene lógicas de admisión particulares, lo que mostramos es que el origen social privilegiado – facilitado, en buena medida, por la marca del colegio – lubrica el acceso a las posiciones más elevadas, ello sin necesidad del diseño y ejecución de planes arteros de manipulación y violencia manifiesta. Son aquellos mecanismos sutiles, esas “informaciones anecdóticas sobre su sociabilidad”, en palabras de Nureña, los que no requieren complicidades explícitas – como la “suerte” de tener contactos ubicados en posiciones destacadas – y que, a su vez, resultan cruciales en la reproducción social de estos grupos.

Nureña también objeta el que hayamos desatendido el dato de la presencia de varios abogados entre los familiares de nuestros informantes. Señala que incorporar este fenómeno al análisis podría evidenciar que se trata de un sector con una pauta cultural criolla relacionada con la intermediación entre intereses privados y el interés público desde tiempos coloniales. Sin embargo, esto parece, una vez más, remitirnos a lo que Nureña hubiese querido que analicemos –una línea de investigación válida, por cierto– antes que a una crítica respecto a nuestros hallazgos. Lima cuenta con estudios de abogados de mucho prestigio – algunos de nuestros informantes laboran allí – y altas remuneraciones. Si ocupar estos puestos en el Perú los vuelve “socia silenciosa, acomodadora política y parásito (…) subordinados a grandes intereses económicos foráneos”, no por ello se puede dejar pasar por alto que probablemente en todos los países un segmento de los abogados forma parte de los sectores más privilegiados. Querer tomar el dato de que estas familias incluyen entre sus miembros a varios abogados como indicio de la orientación vendepatria de un segmento de la clase alta, más que emanada de la curiosidad intelectual, parece proceder de un deseo de menoscabo mediante la caricaturización. Creemos, más bien, que este tipo de imágenes unidimensionales que han acompañado a las ciencias sociales desde sus inicios representa un obstáculo para una comprensión real y rigurosa del fenómeno de la reproducción de los sectores dominantes.

Adicionalmente, Nureña señala que, en nuestro análisis, la clase aparece de manera espontánea. Al parecer, nuestro colega lo señala porque, bajo su criterio, la única manera de estudiar reproducción social sería remontándonos al siglo XIX, cuando no al periodo colonial temprano. Incluso cita a José Pardo Escandón como un caso para ilustrar las fuerzas y los mecanismos realmente importantes para estudiar el origen social, lo que no tiene nada que ver con los mecanismos asociados con la educación, como estaríamos planteando. Efectivamente, examinar casos de reproducción social que duran décadas y siglos resulta una línea de investigación fundamental. No obstante, de ahí a plantear que esa es la única manera de abordar la reproducción social hay un trecho tan largo como el linaje del mencionado José Pardo. Por el contrario, reafirmamos que nuestro libro cuestiona la espontaneidad, casualidad o merecimiento de las posiciones de clase. Al rastrear las trayectorias sociales y educativas de quienes están en camino a las posiciones más encumbradas del país y de quienes ya se encuentran en ellas, el libro enfatiza las maneras en que tal estatus es buscado, producido y artificialmente creado. El caso de Pardo Escandón puede resultar muy interesante pero, al darle nombre propio, se corre el riesgo de ubicar el problema en un otro particular y distante. Más bien, creemos que, al enfocarse en los mecanismos de reproducción que permean la estructura de clases, el libro tiene un particular potencial de interpelar y desestabilizar el privilegio y la manera como este se moviliza de forma extendida. 

La reseña tiene más elementos para lamentar lo que el libro no es. Gran parte de ella se dedica a mostrarnos bibliografía que no hemos considerado. Efectivamente, estas son omisiones importantes y apreciamos el gesto de Nureña de poner énfasis en ellas. Pese al esfuerzo por incluir referencias conceptuales y empíricas de distintos contextos, hubo, como en todo libro, fuentes que no consideramos – ya sea porque no las conocíamos, porque las conocimos cuando el manuscrito ya había sido enviado o porque no nos parecieron relevantes. Es más, complementamos a Nureña y nos permitimos indicar que el artículo de Julio Villa “Cuerpo, masculinidad y estilo en jóvenes de sectores altos de Lima” (2015) o el nuevo libro de Dennis Gilbert, The Oligarchy and the Old Regime in Latin America, 1880-1970 (Rowman, 2017) pudieron ser incluidos. Lo que no queda claro es de qué manera lo anterior haría al libro una repetición de ideas ya bastante conocidas, como señala Nureña. De hecho, las referencias que señala son aproximaciones cuantitativas con objetivos, lógicas y hallazgos bastante distintos a los de nuestra investigación. Por ejemplo, el reseñador señala estudios de corte “estadístico y meta-analítico” que mostrarían que el rendimiento académico se encuentra principalmente mediado por factores sociales frente a los intraescolares. No obstante, estos no abordan directamente cómo operaría la consolidación de un paraíso social que articula relaciones familiares o amorosas, o espacios de encuentro extraescolares que, desde muy temprana edad, les permite a ciertos individuos asimilar y reproducir su estatus de clase. Las fuentes que señala Nureña para argumentar el nulo aporte del libro son, entonces, estudios muy útiles, pero diferentes al que hemos presentado y que, en ningún caso, reconstruyen las trayectorias de la clase alta peruana.

Pero su crítica va más allá de cuestiones ligadas al enfoque analítico. Nuestro colega muestra suspicacia respecto de la centralidad del colegio – en tanto marca o capital simbólico, así como nodo central en un circuito exclusivo y excluyente de sociabilidad – en la reproducción de la clase alta. Si bien cierta dosis de escepticismo de parte del lector es más que bienvenida en la academia, consideramos que este estudio provee evidencia que resulta difícil de pasar por alto. Quienes lean el libro sacarán sus propias conclusiones pero, cuando mostramos que subjetivamente la centralidad y el valor atribuido al colegio son compartidos por casi todos los entrevistados y además mostramos que los egresados de estas instituciones están sobrerrepresentados en los directorios de las empresas más importantes del país, es difícil pasar por alto la importancia de estas instituciones educativas en la reproducción social. Tanto en los trabajos “internacionales sobre las élites y la educación” a los que alude Nureña como en estudios regionales y locales sobre educación y desigualdad, estos resultados difícilmente podrían interpretarse como otra cosa más que una evidencia contundente.

Finalmente, consideramos que es importante apuntar las diferencias entre la forma en que Nureña entiende emprender “investigaciones críticas sobre las élites” y lo que para nosotros implica un abordaje verdaderamente crítico en ciencias sociales. En nuestro concepto, la crítica tiene como objetivo romper con las evidencias primeras, incomodar el sentido común develando los mecanismos que perpetúan desigualdades en nuestras prácticas cotidianas. Este objetivo se encuentra muy alejado de la crítica entendida como demolición de quienes se reconocen como adversarios. Hace mucho que la antropología ha mostrado los peligros de la esencialización en el estudio de un otro históricamente subordinado, precaución que – no está de más recordar – resulta igualmente importante cuando se analiza el poder y los sectores dominantes. Ese mismo cuidado nos parece crucial para alimentar cualquier debate académico lejos de visiones caricaturescas que hacen que se discuta todo menos los hallazgos empíricos. Creemos que ese es el camino para proveer herramientas que puedan servir para desestabilizar los mecanismos que sustentan la reproducción del privilegio en nuestro país.

Crédito de la imagen: detalle de la portada del libro de Manuel Atanasio Fuentes, Lima, or Sketches of the Capital of Peru, Historical, Statestical [sic], Administrative, Commercial and Moral. París: Firmin Didot, Brothers, Sons & Co., 1866.

17.05.2022

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