¿Ayllus realistas? Las tropas del rey en el partido de Azángaro y Lampa en el ocaso del periodo virreinal

Roberto Ramos Castillo

En los últimos años, la historiografía en torno a la Independencia reclama considerar otro tipo de actores sociales, más allá de los héroes y elites del ejército patriota y el ejército realista. La historia que narramos es un estudio de carácter local y corre en sentido contrario a la de los patriotas, pues describe las contribuciones de los ayllus, de los españoles, de los hacendados y las elites del poder imperante a las tropas realistas. Precisamente, registramos las contribuciones de cerca de cuarenta ayllus del partido de Azángaroen el contexto del paso de las «tropas del rey» por la sección norte del altiplano del Titicaca en septiembre de 1824. El ensayo pronto a publicarse, titulado “¿Ayllus realistas? Las tropas del rey en el partido de Azángaro y Lampa en el ocaso del periodo virreinal, 1824”, pretende además dar una mirada más descentrada, regional o tal vez local de aquel momento de la historia desde otras «ontologías».

Mientras en Lima el 28 de julio de 1821 el general José de San Martín proclamaba la Independencia del Perú del reino español, en el altiplano puneño y parte de los Andes del sur aparentemente no tenían la menor idea de aquel acontecimiento. En Puno tres años después, el 30 de diciembre de 1824, recién se juraba la Independencia (Calsín 2018; Romero 1928; Torres 1968)

La investigación es fruto de la revisión del archivo personal (inédito) de Juan Antonio Larrauri, “teniente coronel del Ejército, juez real, gobernador subdelegado, comandante militar” y, por tanto, autoridad de mayor jerarquía en el pueblo de Azángaro entre 1820 y 1824. Los manuscritos de la guerra independista que el subdelegado custodió permiten identificar a las comunidades andinas. Las extensas nóminas de contribución a los ejércitos regulares y milicias defensoras de la monarquía, denominadas «razón y cuentas de los ayllus», sugieren la existencia de una forma de articulación entre las autoridades pro españolas, encabezadas por la autoridad real, y los indígenas azangarinos. ¿Cómo entender las contribuciones de los ayllus a las banderas realistas? ¿Cómo procesaban los campesinos el desprenderse de sus bienes y capitales? Es probable que los ayllus estuviesen «entre la espada y la pared», entre el bando realista y el patriota. Las exacciones, de hecho, fueron deliberadas; tal vez unos pocos donativos de los comuneros fueron de talante voluntario.

El subdelegado impartió órdenes a los alcaldes y recaudadores y estos a los caciques, segundas e hilacatas para la colecta de todo tipo de suministros, principalmente alimenticios, en grandes reuniones de acopio en el corazón de los ayllus puneños. Miembros de los ayllus, desconcertados en una coyuntura de conflagración, recordaron que, por estos mismos lugares cuatro décadas atrás, durante la rebelión de Túpac Amaru, o más de tres décadas después, durante la insurrección del Cuzco, estuvieron en las mismas circunstancias (Jacobsen 2013; Sala 2018; Ramos 2012; Walker, 2015). Es difícil saber si los comuneros entregaban corderos, papas, forraje o frazadas convencidos de la causa realista o, por el contrario, sentían que los expoliaban. Habría que ponerse en sus pies descalzos, en su lugar, en su otredad.1

El archivo de Larrauri contiene más de mil nombres de indígenas con la contribución detallada por cada uno de ellos. Estos padrones ofrecen valiosa información etnohistórica.  Destacan dos categorías importantes en el sistema de organización socio-política de los ayllus. El «segunda» era la autoridad de mayor jerarquía en cada ayllu;los hilacatas eran algunos miembros de apoyo al segunda.2

Desde la perspectiva de género, se anota que en todos los ayllus se contabilizaron aportes de las mujeres en menor proporción que de los varones. Tomando solo una muestra de algunos ayllus de Asillo, están inscritas en las “cuentas y razones” las siguientes mujeres: Jacinta Chicchiapaza, Polonia Quiñones y Sebastiana Pillco del ayllo Collana. De igual modo, de veintiséis haciendas en las que se pudo identificar a los «dueños», en siete de ellas aparecen como titulares mujeres en calidad de contribuyentes: Margarita Pinto (Ichocollo), Susana Perlacio (Sorani), Doña Antonia Ortiz (Puruñamarca), Doña Juana Noriega (Payamarca), Doña Petrona Riquelme (Cantería) y Doña María Costas (Campanani).

En agosto de 1824, se realizó un censo minucioso de las haciendas del partido de Azángaro. En él se incluyó un inventario numerado de las cabezas de ganado denominado «Plan que manifiesta el número de ganado que tienen las haciendas del partido de Azángaro a su mayor y menor». La inspección rural de cada uno de los latifundios arrojó un total de 95 haciendas que, en conjunto, albergaban 322 vacas y 9,472 ovejas. La suma total de los animales a todas luces no es correcta; este recuento debemos entenderlo como la expresión del ocultamiento de información del número real de cabezas de ganado por parte de los hacendados en un contexto de guerra civil.

La investigación permite identificar con precisión los cuerpos militares y algunos oficiales de las las “tropas del rey” a su paso por el partido de Lampa, rumbo al Cuzco y a la batalla final de Ayacucho: Primer Regimiento, División de Caballería Granaderos de la Guardia, Dragones del Rey, Artillería, Batallón del Imperial, Segundo Batallón Imperial, Regimiento de Gerona, Fernando Séptimo, General en Jefe, Estado Mayor y Tesorería del Ejército del Sud.

A modo de conclusión, los víveres proporcionados a las tropas de las armas españolas por los ayllus y los pueblos del partido de Azángaro fueron producidos en el entorno geográfico. Es recurrente la provisión de papas, chuño, ovejas, cebada en grano y cebada como forraje para el ganado caballar. Sin el subsidio de alimentos para los oficiales y soldados, impuestos a favor de la Corona, y el concurso de soldados indígenas en las tropas realistas, no hubiera existido la estructura de confrontación pro causa española. Los datos presentados nos permiten afirmar que el sostén material del ejército realista cuando pasó por el norte del altiplano recayó en el poblador común, en nuestro caso, en los ayllus puneños.

Bibliografía

Bertonio, L. (2006[1612]) Vocabulario de la lengua aymara. Arequipa: El Lector.

Calsín, R. (2018) La proclamación de la independencia en Puno.  Juliaca: Ediciones Andino.

Jacobsen, N. (2013) Ilusiones de la transición. El altiplano peruano, 1780-1930. Lima: Banco Central de Reserva del Perú; Instituto de Estudios Peruanos.

Ramos, A. (2009) Tupamarrus, Vilcapazas, Cataris, Ingariconas. Arequipa: Graphic Center.

Romero, E. (1928) Monografía del departamento de Puno. Lima: Imp. Torres Aguirre.

Sala, N. (1989) Revueltas indígenas en el Perú tardocolonial. Barcelona: Universidad de Barcelona.

Torres, A. (1968) Puno histórico. Lima: Talleres gráficos del Colegio Unión Ñaña.

Walker, C. (2015) La rebelión de Tupac Amaru. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.


Crédito de la imagen: Estandarte del Perú, c. 1820 (detalle). Cortesía: Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú.

Notas

  1. Hasta la década de 1940, la mayoría de los campesinos puneños se desplazaba descalza: «q´ala chaki» en quechua.
  2. Hilacata, término de origen aimara, alude a las principales autoridades de alta jerarquía. Bertonio (2006:540) define hilacata: principal del ayllo. En la provincia de San Pedro de Moho, en la ribera sureste del Titicaca aimara, la categoría Jilacata o Jiliri hace referencia a la máxima autoridad del ayllu prehispánico, colonial y temprano republicano. Actualmente señala al teniente gobernador de las comunidades campesinas.

28.05.2022

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