En busca de la modernidad: las «company towns» en el Perú

Gonzalo Romero Sommer

La Cerro de Pasco Corporation y la International Petroleum Company han sido generalmente consideradas y estudiadas como enclaves económicos cuya presencia en suelo peruano era, según sus detractores, un símbolo del “atraso” propio de un país incapaz de explotar sus recursos nacionales, bajo el control de empresas extranjeras. Sin embargo, este “atraso” coexistió con un proceso de modernización urbana que dichas empresas intentaron implementar en sus zonas de concesión, las company towns a las que se aboca el libro que comentamos. Aunque la dimensión social y cultural de estas empresas en el Perú ha sido ampliamente ignorada, Edith Aranda Dioses las aborda de manera comparativa en el libro El proyecto urbano moderno de las company towns en el Perú: La Oroya y Talara, 1940-1970 (UNMSM-UNI).

Producto de una tesis doctoral, el libro discute en primer lugar un marco teórico que va desde Habermas, pasando por Marx, hasta Weber, en el cual la autora ofrece una definición de modernidad, particularmente vinculada a las grandes transformaciones urbanas del siglo XIX. El modelo que propone es precisamente el de la ciudad europea occidental moderna, en que los habitantes habrían encontrado formas de vivir colectivamente, de desarrollar concepciones comunes de existencia, y de obtener derechos políticos. Además, en el contexto de la Segunda Revolución Industrial, la ciudad moderna europea se pensó desde nuevas concepciones referidas a la planificación y racionalización. Tal no fue el caso en América Latina, y particularmente en Perú, donde la urbanización no estuvo necesariamente acompañada por el desarrollo industrial. Esta particularidad produjo un desfase entre la “ideología modernista” y las prácticas sociales. Las ideas de urbanismo y racionalidad se manifestaron casi exclusivamente en la ciudad de Lima, siempre privilegiada por los políticos peruanos. Por lo tanto, no sorprende que los pocos ejemplos de planificación urbana en el Perú se hayan encontrado en áreas controladas por empresas extranjeras, en este caso la Cerro de Pasco Corporation (CPC) y la International Petroleum Company (IPC). Aranda Dioses demuestra cómo ambas company towns tuvieron trayectorias diferentes, siendo la última en gran medida exitosa en la implementación de un modelo urbano racional, mientras que la primera representó un caso de una modernidad incompleta.

El destino de La Oroya, base de operaciones de la CPC, estuvo determinado, en gran medida, tanto por su ubicación geográfica como por las características de los trabajadores que se establecieron en el lugar. Situado en el departamento de Junín en los Andes centrales, el sitio no era favorable para el asentamiento humano debido a lo accidentado del terreno. Cuando la empresa comenzó sus operaciones en 1902, los inmigrantes acudieron en masa, produciéndose un crecimiento urbano caótico. Las características sociales y económicas de la población migrante fueron determinantes en el carácter urbano fluctuante de la ciudad. Aranda Dioses muestra cómo los campesinos, contratados por el sistema de enganche, eran en gran parte trabajadores temporales que nunca completaron la transición a proletarios, ya que rutinariamente volvían a trabajar en sus tierras en el Valle del Mantaro tras laborar en las minas unos pocos meses al año. Así, los habitantes de La Oroya vivían entre el mundo minero industrial y el agrícola, la ciudad siendo un punto de encuentro entre ambos mundos. Como tal—propone la autora—La Oroya fue un lugar donde los habitantes vivían en un entorno moderno al mismo tiempo que continuaban practicando hábitos y costumbres “tradicionales”.

El panorama cambiaría después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la CPC se expandió y la fuerza laboral se volvió más estable y especializada. Estos cambios también se reflejaron en la naturaleza del pueblo, dividiéndolo entre La Oroya Antigua, caracterizada por tradicionales casas andinas; La Oroya Nueva, donde la CPC construyó viviendas para trabajadores; y Chulec, donde los administradores vivían en cómodos chalets y donde los vientos impedían que llegara la contaminación producida por la fundición de minerales. Así, la organización de la empresa también reflejaba la del pueblo, en el que existieron dos estilos de vida diferenciados. El proyecto urbano de las company towns muestra cómo La Oroya nunca dejó de ser un campamento minero desbordado, caracterizado por una expansión espontánea, en el cual las mejoras infraestructurales sólo beneficiaban a unos pocos privilegiados, y así la modernidad urbana seguía siendo un objetivo incompleto. Cabe preguntarse qué tan relevante es la experiencia europea previamente mencionada por la autora para entender este tipo de fenómeno urbano.

Plano de Talara, 1945 (Aranda Dioses, El proyecto urbano moderno, p. 149)

 Talara fue un experimento mucho más exitoso. La autora propone, quizás con cierto determinismo, que, si bien la geografía de los Andes definió la estructura de La Oroya, la geografía de la costa norte permitió llevar a cabo un proyecto mucho más ordenado. En este desierto llano había establecido primero operaciones la London & Pacific Petroleum Company, antes de vender los yacimientos petroleros a la IPC en 1914. A diferencia de la CPC, los trabajadores no eran temporales. Mientras la población de La Oroya fue fluctuante, en Talara aumentó de manera sostenida a través de los años. En algunos casos, inclusive, los trabajos fueron heredados y transmitidos de generación en generación, reforzando la noción de la “familia petrolera.” Los propietarios estadounidenses de la IPC intentaron crear una ciudad verdaderamente experimental basada en el modelo de la ciudad jardín. Utilizando más fuentes primarias que en el caso de La Oroya, Aranda Dioses relata cómo las viejas casas de madera fueron reemplazadas por casas construidas con materiales nobles y se crearon áreas verdes con el fin de favorecer una mayor sociabilidad. Se proporcionó educación, salud y otros servicios esenciales. Todos los habitantes se conocían e incluso desconfiaban de los “de afuera”, a quienes se les solía culpar de cualquier delito en lo que era una comunidad segura y cerrada, desarrollando un claro sentido de pertenencia que estaba ausente en La Oroya.

Como en el caso de la CPC, sin embargo, Talara también reflejó la estructura de la empresa, ya que la gerencia y los trabajadores apenas interactúan. Sin embargo, otro tipo de relación existía entre ambos. Utilizando los enfoques de Michel Foucault y Richard Sennett, Aranda Dioses ofrece ejemplos  de cómo los habitantes de la ciudad se sentían “vigilados” y “controlados” por la empresa. Este control también estaba caracterizado por un proyecto cultural, en el cual se imponen pautas y prácticas en las  cuales se impulsaba, por ejemplo, las celebraciones de feriados norteamericanos como el 4 de julio y Halloween. Paradójicamente, la sensación de seguridad siempre coexistió con la incertidumbre, ya que los habitantes temían que Talara se convertiría en un “pueblo fantasma” una vez que se acabara el petróleo. Todos estos factores explican por qué la mayoría de sus habitantes tuvieron sentimientos encontrados una vez que el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas entró en la ciudad en 1968.

La obra de Aranda Dioses es una contribución importante al estudio del urbanismo en el Perú del siglo XX. Hubiese sido interesante que la autora incluyese un epílogo sobre el futuro de ambos centros urbanos después de su expropiación, aspecto que despierta la curiosidad del lector y que la autora ha elaborado en otros trabajos. Más allá de esta omisión, el libro llena un vacío académico al estudiar las formas en que ambas compañías intentaron planificar y controlar la vida de sus trabajadores, y cómo los habitantes reaccionaron ante tales esfuerzos. Aranda Dioses no siempre logra profundizar en el análisis de las fuentes primarias contenidas en el libro. Aunque ofrece un nuevo ángulo sobre estos enclaves económicos, cuya historia permanece hasta ahora dominada por sus tensas relaciones con el gobierno peruano, será tarea de futuros académicos indagar con más detenimiento en estas historias urbanas.


Aranda Dioses, Edith. El proyecto urbano moderno de las company towns en el Perú. La Oroya y Talara, 1940-1970. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Universidad Nacional de Ingeniería, 2019.

Imagen principal: vista aérea de Talara hacia 1933, tomada de la página Talareños who lived and worked in Talara, Peru.

19.02.2022

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

You may use these HTML tags and attributes:

<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>


del mismo autor