Desde el inicio del libro Ciudad y arquitectura de la República. Encuadres 1821-2021, el arquitecto y teórico Wiley Ludeña declara su interés en exponer una serie de experiencias o “encuadres” antologados que profundicen la comprensión histórica de la arquitectura y el urbanismo producidos desde inicios del siglo XIX hasta la actualidad, predominantemente en Lima. Ludeña advierte que, lejos de tratar de historizar la producción urbanística y arquitectónica de doscientos años de república por entero, se trata de un recorrido compuesto por escenas –una mezcla de artículos inéditos y otros publicados anteriormente– que dramatizan las relaciones histórico-sociales en el hacer, imaginar y planificar la ciudad. Para esto, Ludeña se enfoca en diferentes eventos históricos, personajes, formas, procesos materiales, discusiones, proyectos ideados, etc., a través de sus representaciones arquitectónicas y urbanas.
El libro incluye reflexiones sobre los primeros años de la república como un periodo clave de gestación de perspectivas sobre la ciudad que tomarían cuerpo más adelante: el urbanismo y la arquitectura durante la transición a la independencia, el positivismo de Teodoro Elmore, la arquitectura al encuentro de la ingeniería, entre otros. Las primeras décadas del siglo XX serían el escenario de la tensión entre el modelo urbano neo-barroco y el de la ciudad bajo la Patria Nueva, tensión signada por los sucesivos intentos de restauración del poder oligárquico. Los temas avanzan hacia el estudio del boom desarrollista y la explosión urbana-migrante portadora de otras maneras de hacer ciudad. El autor propone un análisis morfológico y cartográfico de la barriada, agregando una especificidad urbanística a la tradición de estudios de ciencias sociales abocada al tema. Entre tanto, Ludeña explora las transformaciones históricas de la vivienda obrera, tomando como ejemplo el caso de las “casas de obreros” construidas durante la década de 1930; antecedentes de la planificación y construcción de las “unidades vecinales” en los distritos de Lima, La Victoria, Rímac y otros. En paralelo, Ludeña repasa las complejidades y ambivalencias del movimiento moderno arquitectónico, cercano a los experimentos estatales de vivienda, cuyos tributarios aparecen en la conformación de la Agrupación Espacio y en los nuevos matices del urbanismo estatal asociado al belaundismo. También describe reflexiones y derivas –en algunos casos acompañadas de fotografías del autor– sobre los “paisajes encontrados” bajo la gobernanza neoliberal. Aunque no se debería dejar de lado el vasto y detallado panorama histórico desarrollado por el autor, por razones de espacio me ocuparé de algunos aspectos del recorrido que propone.
Al decir de Ludeña: “Los estados de turbulencia, estabilidad o ruptura en los mecanismos de producción y representación urbana o arquitectónica son el espejo que refleja la naturaleza del poder de turno y de las tensiones, intereses, consensos o conflictos políticos, económicos y culturales de los diferentes individuos, estamentos o clases sociales” (8). Dicho de un modo gráfico, se trata de exhibir “la piel que cubre y proyecta los diversos intereses sociales de grupos e individuos” (56). Agregaría que los escritos de Ludeña también se ocupan de mostrar las suturas invisibles de la arquitectura y el urbanismo. Suturas que traducen, siguiendo a Fredric Jameson,1 los lazos entre ideología y forma urbana, los cuales no siempre son evidentes en nuestra percepción de la ciudad. Esta opacidad busca ser refrendada en el libro por una historia política que, sirviéndose de un enfoque materialista, estudia la forma urbana como una expresión concreta que condensa múltiples fenómenos sociales.
Manfredo Tafuri proponía, con relación a la arquitectura, que resulta más interesante percibir ciclos –o series y continuidades de cosas– que obras individuales: la atención al ciclo histórico, argumenta Tafuri, nos revela algo más que solo perspectivas sobre taxonomías estilísticas.2 En esta línea de indagación, Ludeña pone énfasis en la relación entre los ciclos históricos de expansión económica (entre ellos el guanero, el minero, el agroexportador, etc.) –movimientos circulares y retroactivos– y las dinámicas de valorización del suelo, guiadas en gran medida por las estrategias de acumulación y prestigio de las clases oligárquicas. Éste es un vínculo manifiesto en la urbanización de tierras agrícolas, y en la liberalización y especulación inmobiliaria, elementos que impondrían límites a los proyectos de planificación urbana ideados para Lima en diversos momentos de los siglos XIX y XX. En buena medida, la mirada al vínculo entre dinámicas de expansión económica, formas de crecimiento urbano y proyectos arquitectónicos aleja al libro de una historiografía arquitectónica predominantemente formalista, sin que su enfoque deje de lado la importancia cultural del diseño arquitectónico y la experiencia física canalizada por el entorno construido.
Las prácticas de hacer ciudad como expresiones ideológicas y maneras de figurar en concreto los horizontes de progreso nacionales no siempre son fácilmente traducibles. De allí que Ludeña encuentre particularmente atractivas las primeras décadas de la república desde la especificidad de la arquitectura y el urbanismo (dimensión que permanece ampliamente inexplorada por la historiografía local). La inestabilidad y la ausencia de un programa cohesivo mantendrían el entramado espacial colonial de las ciudades básicamente sin mayores cambios hasta mediados del siglo XIX, señala el autor. El crecimiento de la oligarquía lentamente comenzaría a modificar un paisaje urbano signado por la crisis de acuerdo a los requerimientos del capitalismo industrial mercantil en expansión; las residencias y casas hacienda serían un reflejo de aquel poderío. De acuerdo a Ludeña, si bien estas décadas no muestran un cambio morfológico sustancial, revelan el desarrollo de una nueva sociabilidad expresada en nuevas normativas basadas en el orden, la limpieza y el ornato, las mismas que darían forma a la cultura urbana que vería el surgimiento de la arquitectura como un nuevo campo disciplinar en el Perú.
En otra sección, Ludeña destaca la labor urbanística del arquitecto y escultor Manuel Piqueras Cotolí en la gestación de una nueva espacialidad neo-barroca instalada, en parte, en la Plaza San Martín y en la urbanización de San Isidro a inicios del siglo XX. Para elucidar una comprensión de las implicancias espaciales y culturales del urbanismo de Piqueras, el autor despliega un análisis formal de los proyectos: estructuras compuestas por elementos neobarrocos, el pintoresquismo del urbanismo residencial y la figuración de referentes nacionales; elementos continuos que habilitan una nueva experiencia estética-atmosférica de ciudad caracterizada por el estilo neoperuano. De esta manera, Ludeña ejemplifica, por medio de la obra urbanística del escultor español, las encarnaciones de la “búsqueda de un ‘espíritu nacional’” (153): el encuentro entre la imaginación proyectual y las expectativas de los ciudadanos por un modelado de calle, vivienda y espacio público sintonizado con los requerimientos de una ciudad aristocrática moderna, elementos que, en conjunto, reflejaron y reafirmaron el imaginario de progreso instalado durante el Leguiísmo.
En el texto dedicado a la Agrupación Espacio (1947-1955), el autor reafirma la importancia de la interrelación entre arquitectura y urbanismo para entender las bases sociales e ideológicas de la imaginación proyectual . En contrapunto con otras investigaciones, Ludeña rastrea la trayectoria del grupo de arquitectos destacando su interés por la teoría y la planificación urbana tributaria de los congresos internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM). Enfrentados a los albores de un “desborde popular” (término acuñado por José Matos Mar décadas después) y a un Plan Piloto de Lima domesticado por las gestiones municipales y la propiedad del suelo, el grupo mostraría una significativa reorientación hacia las bellas artes y la arquitectura. Según el autor, ese viraje o regresión daría cuenta del impasse principal del urbanismo moderno funcionalista, a saber, la contradicción entre una agenda racionalista –la búsqueda de unidades interconectables en un todo colectivo– y el régimen de propiedad privada.
Desde la Agrupación Espacio, aquel impasse revela una cultura planificadora excluyente, escindida del fenómeno de barriadización de Lima y alineada con un liberalismo conservador; elementos centrales para entender el devenir–fragmentado en enclaves–, del urbanismo moderno local. A propósito, un elemento ausente entre las escenas presentadas por el autor (omisión debida a factores prácticos, como anuncia Ludeña en la introducción del libro) es la profundización de las prefiguraciones, los planteamientos y las prácticas urbanísticas y arquitectónicas vinculadas a las izquierdas peruanas. Queda, entonces, la pregunta por la historia de las representaciones posliberales de Lima, especialmente en el contexto de la reivindicación de un ethos cultural-popular instalado cuando, en 1969, el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, con relativo éxito, finiquitó las bases del poderío oligárquico. En esta historia, la propuesta urbanística de la Comunidad Urbana Autogestionaria de Villa El Salvador (CUAVES) parecería ocupar un lugar central. En la década de 1970, los experimentos urbanos autogestionados coexisten con las políticas de vivienda popular y el brutalismo arquitectónico velasquista que tomó forma en determinados proyectos públicos (el entonces Ministerio de Pesquería, ahora Ministerio de Cultura; el Centro Cívico, originalmente concebido en el primer gobierno de Belaúnde; el Banco de Vivienda, entre otros). ¿Cómo podríamos entender, en términos ideológicos, la coexistencia de estos elementos? La idea de “lo popular” seguiría una ruta histórica minada de contradicciones, muy cercana a la producción cultural en general y, por lo tanto, extensiva al entorno construido. Hacia el final del libro, la tipología que Ludeña usa para clasificar los diferentes estilos artísticos del arte y del ornato público contemporáneo podría estar reflejando una consecuencia de este complejo proceso.
Como ya sugerimos, uno de los mayores aportes de Ludeña radica en sentar las bases para un tipo específico de trabajo sobre la ciudad, una nueva historiografía que, además de incluir y redefinir los objetos de estudio arquitectónicos usuales, busca incorporar elementos desatendidos previamente en la historiografía local para construir una historia del urbanismo y la arquitectura tensionada con los procesos de modernización capitalista. Así, a través de los encuadres presentados, el autor busca entretejer lo más concreto de la producción de la ciudad con la idea de nación construida, o imaginada, en estos proyectos.
Wiley Ludeña Urquizo. Ciudad y arquitectura de la República. Encuadres 1821-2021. Lima: Fondo Editorial PUCP, 2021, 550 pp.
Crédito de la imagen: «Sin título». Serie Residencial San Felipe. Philippe Gruenberg y Pablo Hare. 2003. Impresión Lambda sobre papel. 83.5 x 103.5 cm. Museo de Arte de Lima. Comité de Adquisiciones de Arte Contemporáneo. 2010.
Notas
- Jameson, Fredric (1998) “The Brick and the Balloon: Architecture, Idealism and Land Speculation”. En The Cultural Turn: Selected Writings on the Postmodern. Nueva York: Verso.
- Tafuri, Manfredo (1986) “There is No Criticism, Only History”. Design Book Review, no.9.
24.09.2022