David P. Cahill, un historiador dedicado a esclarecer la historia colonial del sur andino

Trama - Comité Editorial

Aunque fue desgraciadamente poco conocido fuera de los círculos académicos, David Cahill (Australia, 1948-2023) marcó decisivamente los estudios de historia andina. Profesor emérito de la University of New South Wales en Sidney, formado en las universidades de Macquarie y Liverpool, su reciente fallecimiento obliga a reflexionar sobre sus aportes a la historiografía colonial. Alejado de los reflectores, Cahill fue un investigador inquisitivo y generoso que entendía que la buena historia es siempre un diálogo. Su interés por el sur andino se remonta a su tesis doctoral, sustentada en 1984, la cual desentrañó una serie de tensiones en las parroquias rurales del Cuzco que precedieron a la Gran Rebelión y que influyeron decisivamente en su curso. Poco se había dicho, hasta ese entonces desde una perspectiva crítica sobre el rol ambivalente del clero rural—y de la iglesia peruana en general—en estos años de cambio profundo, pues el debate historiográfico comenzaba recién a sacudirse del peso de las celebraciones del Sesquicentenario de la Independencia. Esta primera indagación, condensada en casi medio millar páginas que tristemente permanecieron inéditas, sería la semilla desde la cual germinarían originales líneas de investigación que influirían en muchos historiadores. 

En una serie de publicaciones que abarcan más de dos décadas, Cahill echó luces sobre estos y otros aspectos de la Gran Rebelión, desde los repartos de mercaderías que articularon la economía cuzqueña, pasando por una serie de revueltas conectadas a las Reformas Borbónicas, el Proceso Constitucional de Cádiz y la Rebelión del Cuzco de 1814, hasta la famosa “campaña iconoclasta” del visitador José Antonio de Areche contra la memoria inca. Interesado también por esa memoria y por la figura de José Gabriel Tupa Amaro, entre muchos otros temas, Cahill publicó una serie de contribuciones decisivas para entender la relación entre el cacique de Surimana y el exclusivo grupo de 24 Electores del Alférez Real, todos proclamados descendientes de las casas reales incas, quienes cerraron filas contra las aspiraciones de Tupa Amaro en torno al Marquesado de Oropesa.

Cahill demostró que, precisamente en los meses anteriores a la captura del corregidor Arriaga en noviembre de 1780, esta nobleza “asediada” y “liminal”—como la llamaría—, había llegado a aceptar a Diego Felipe Betancourt, rival de José Gabriel en las cortes, como primus inter pares, es decir, como “tercer nieto de Don Phelipe Tupa Amaro, Rey y Señor que fue de estos Reynos del Perú, por linea recta de barón”, como rezaría el testamento de 1779 de Diego Felipe. Betancourt era, por tanto, el mejor ubicado para reclamar la reactivación del marquesado. Mientras ponderaba esta temática, Cahill analizó el rol del catolicismo en la conformación de esta nobleza inca colonial y en el mantenimiento de sus fronteras, desde las alianzas tempranas entre incas y jesuitas en el Cuzco del siglo XVI hasta las complejas relaciones que se tejieron entre aquellos, el clero y la Iglesia en el periodo borbónico. La historia del marquesado, en conjunción con estas variables, encerraba algunas de las claves para entender el estallido pues, salvo contadas excepciones, esta nobleza se mostró reacia a cualquier alzamiento y rápidamente le dio la espalda a los rebeldes peruanos y altoperuanos, contribuyendo a su fracaso. Mostrando su habilidad para estudiar tanto las causas históricas estructurales como las coyunturales e interpersonales de la rebelión, Cahill demostró que la negativa de los 24 Electores a aceptar la genealogía regia de José Gabriel fue uno de los factores detrás de la violencia que desencadenaron sus acciones en el sur andino. En un artículo publicado en Revista Andina en el año 2003, Cahill escribió:

Es de lamentar que un fuerte tinte hagiográfico empañe la historiografía nacionalista sobre Tupac Amaru y su rebelión epónima. Los seguidores de esta línea interpretativa casi siempre asumen que la disputa contra Betancur no representó más que un efímero episodio mediante el cual se ilustra la arbitrariedad característica del sistema de justicia colonial. Conforme a lo anterior, la rebelión fue un suceso ineluctable, muy aparte del resultado del litigio proseguido por Tupac Amaru para que se le reconociera como marqués y primus inter pares de la «línea» incaica, el cual fue tan sólo una manifestación de sus intenciones rebeldes, una mera estrategia de reclutamiento. De acuerdo a esta versión, gran parte de la voluminosa documentación de Betancur contenía falsificaciones, mientras que todos los documentos de Tupac Amaru eran auténticos, quedando claramente demostrado su derecho único a la sucesión. A falta de la documentación original del caso presentado por Tupac Amaru, la cual jamás fue vista por historiador alguno, con excepción de un resumen que aún existe, este apoyo incondicional a su candidatura se apetece insostenible. Por otro lado, la interpretación tradicional del litigio tiene mejores fundamentos cuando asevera que la amargura de Tupac Amaru por el resultado adverso en el juicio lo empujó a sublevarse.

Cahill también dedicó un ensayo a uno de los primeros aspirantes al Marquesado, Don Juan Bustamante Carlos Inca. En una serie de trabajos, sin duda menos conocidos y que merecen mucho mayor atención, Cahill se interrogó asimismo por la naturaleza de la violencia durante la rebelión, explorando el polémico concepto de “genocidio desde abajo”. Como demuestran estos y otros trabajos, Cahill fue un investigador preocupado tanto por el intenso y cuidadoso trabajo de archivo como por el aporte teórico y metodológico. Su inquietud por comprender la complejidad de la sociedad andina colonial, su formación y sus dinámicas en coyunturas especialmente críticas como las últimas décadas del dominio español, lo llevó a examinar meticulosamente cómo confluyen las categorías tributarias, las denominaciones étnicas, sus usos y representaciones. Ejemplo de este esfuerzo que une un diligente trabajo de investigación con la aplicación crítica de la antropología histórica son sus notables trabajos “Colour by Numbers”, publicado en 1994, y “Ethnogenesis in the City,” publicado en 2012. Cahill se anticipó a muchos, de manera no solamente declarativa sino en la puesta en práctica de imperativos históricos y antropológicos que potenciarían el desarrollo de los estudios de historia colonial.

Imagen: Detalle de un mural en la iglesia de Chinchero, alegoría del enfrentamiento entre los caciques locales–los Pumacahua–y las tropas de José Gabriel Tupa Amaro.

02.09.2023

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