Ficciones de la migración

Sara Barrow

Con su primera monografía, Lorena Cuya Gavilano -profesora asociada de español y culturas latinoamericanas en la Universidad Estatal de Arizona y becaria Fulbright- ofrece una exploración entrelazada y de múltiples capas de los afectos y las epistemologías de la migración a través de las producciones culturales andinas en el contexto de los reordenamientos neoliberales regionales. Más concretamente, conecta la estética de la migración en toda la región andina, tomando el cine y la literatura contemporáneos de Perú y Bolivia como dos dispositivos narrativos clave a través de los cuales articular y comprender el imaginario migratorio de la región. Su relato, bellamente escrito, se basa en una trayectoria creativa y académica que rastrea los flujos de personas e ideas en el contexto de los intercambios socioeconómicos globales, centrándose en las experiencias y consecuencias de la migración en el Perú y Bolivia contemporáneos.

El proyecto examina la producción de escritores y cineastas que han vivido la experiencia de la región andina y han situado su obra en ese espacio. La amplia selección incluye las novelas y películas de José María Arguedas, Blanca Wiethüchter, Daniel Alarcón, Claudia Llosa, Jorge Sanjinés, Juan Carlos Valdivia, Jesús Urzagasti y Paolo Agazzi. Cuya las analiza con el objetivo de comprender mejor la figura y la experiencia del migrante. Aborda esta figura no sólo como un sujeto de crisis, sino como una manifestación de conocimiento, y examina cómo las narrativas de la migración se han convertido en herramientas afectivas de aprendizaje de la cultura y la sociedad en una región donde las historias comunes trascienden las fronteras políticas. Inspirándose en la ética de Homi Bhabha, examina el viaje de los migrantes como uno que provoca sentimientos de “amor, odio, ira, asco y dolor”. Los reconoce como portadores de peligro, ansiedad y amenaza, pero también mira más allá hacia modelos de comprensión más transformadores y productivos.

Resulta especialmente distintivo el modo en que Cuya Gavilano sitúa “la crisis, el conocimiento y los afectos uno al lado del otro” como enfoque para apreciar más plenamente la experiencia de la migración y su impacto en las formulaciones de la nación. La autora toma los tropos de la marginación y la construcción de la comunidad para desarrollar un nuevo pensamiento sobre el desplazamiento humano que va más allá de los marcos más familiares de la raza, la deshumanización de la nostalgia y la doble conciencia; en su lugar, hace hincapié en la vitalidad y la humanidad con el fin de abrazar nuevos imaginarios de la migración y vislumbrar nuevas posibilidades sociopolíticas.

Uno de los hilos conductores de los cuatro capítulos principales es la relación entre el afecto y el fracaso de la modernización en los Andes bolivianos y peruanos, con una selección de textos que permite lecturas que desafían las concepciones occidentales del progreso y el desarrollo al tiempo que llaman la atención sobre la necesidad de valorar más y de forma diferente las vidas y los cuerpos de los personajes y las comunidades migrantes que son centrales en sus narrativas. Otra nota distintiva es el compromiso concertado de la autora con la lectura y el análisis de los textos elegidos desde un punto de vista decolonial y la insistencia en que el lector utilice todo su poder de empatía para apreciar el dolor físico y emocional infligido en, y experimentado por, los migrantes debido a las estructuras y los sistemas de la modernidad y la colonialidad. Además, Cuya Gavilano pide a sus lectores que reconozcan y aprecien los numerosos actos de resistencia y rebelión protagonizados por los migrantes como esenciales para una comprensión más profunda de las posibilidades de transformación que son centrales a las ficciones que analiza.

Estas ficciones son, afirma, “un corpus ecléctico” que “no forma nada parecido a un movimiento o género coherente” pero que vincula textos ejemplares por sus “manifestaciones de comunidades afectivas”. En este sentido, las películas peruanas en las que se centra el capítulo 1, dos del Grupo Chaski y dos de Claudia Llosa (que abarcan desde 1985 hasta 2009), llaman la atención sobre temas de ansiedad y crisis, desplegando tropos de monstruosidad (incluyendo los de abyección, locura y caos) en relación con el migrante en el Perú de finales y principios del siglo XX. Cuya Gavilano sostiene que el éxito de estas películas fue en gran parte el resultado del uso de técnicas narrativas atractivas (Chaski en particular, en Gregorio (1984) y Juliana (1988)) y de una estética impactante (Llosa, en Madeinusa (2006) y La teta asustada (2009)) para reflexionar sobre cuestiones sociales contemporáneas. Los filmes obligan a sus espectadores a “enfrentarse a sus miedos”, miedos que para los espectadores peruanos habrían estado arraigados en un conjunto muy específico de circunstancias sociopolíticas que resultaron y surgieron de los estragos del conflicto armado interno durante las décadas de 1980 y 1990. 

Las obras estudiadas en el capítulo 2, las novelas peruanas sobre la migración de José María Arguedas (El zorro de arriba y el zorro de abajo, 1971), Cronwell Jara (Montacerdos, 1981), Santiago Roncagliolo (Abril Rojo, 2006) y Daniel Alarcón (Lost City Radio, 2007) se presentan como “hitos literarios” que describen los imaginarios de dos importantes instancias de la migración masiva en Perú. Estos textos redefinen las identidades de los migrantes al enfatizar su fluidez en términos físicos (fronteras) y sociales (relaciones). En cada uno de sus análisis, la autora insiste en la centralidad del cuerpo muerto o herido, de lo humano en el dolor; con ello, hace visibles las arraigadas disonancias estructurales que han dado lugar a la deshumanización del “otro” migrante.

Los dos capítulos sobre el cine y la novela bolivianos se centran más en el desarrollo de relaciones dinámicas y productivas entre los personajes migrantes y sus experiencias de desplazamiento. Los temas de la recuperación, la reubicación, la adaptación y el redescubrimiento se extraen del análisis de las películas de Paolo Agazzi (Mi Socio, 1982), Jorge Sanjinés (La Nación Clandestina, 1989) y Juan Carlos Valdivia (American Visa, 2005 e Yvy maraey, 2013) que, según argumenta de forma convincente Cuya Gavilano, presentan una trayectoria de las comunidades indígenas migrantes que celebra el conocimiento y el empoderamiento colectivos. El último capítulo examina las novelas de Jesús Urzagasti (Los tejedores de la noche, 1996), Blanca Wiethüchter (El jardín de Nora, 1998), Juan Pablo Piñeiro (Cuando Sara Chura Despierte, 2003) y Antoine Rodríguez-Carmona (El blus del minibus, 2015) como manifestaciones de celebración y vitalidad transformadora en el contexto de la experiencia migrante. Por último, la autora llama la atención sobre el impacto positivo de las culturas y tradiciones de las comunidades migrantes en el espacio urbano, desafiando las perspectivas hegemónicas y señalando la formación de estructuras sociales alternativas.

Ficciones de la migración, un libro riguroso desde el punto de vista académico, investigado a fondo, ético y argumentado con fuerza, ofrece una tesis desgarradora sobre la evolución de la imagen del migrante, como individuo y como colectivo, situando su experiencia en el centro de una transformación social positiva tras décadas de dolor y abandono. Al elaborar su argumento desde el estudio de películas y novelas de referencia que surgieron en respuesta a este período de intensificación de los desplazamientos, Cuya Gavilano defiende con energía el poder de la cultura para crear un imaginario social convincentemente fresco.


Lorena Cuya Gavilano, Fictions of Migration. Narratives of Displacement in Peru and Bolivia. Columbus, OH: The Ohio State University Press, 2021.

Ilustración principal: imagen tomada de la película Gregorio (1984) del Grupo Chaski (Fernando Espinoza, Stefan Kaspar y Alejandro Legaspi).

18.02.2023


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