Reseña de «¿De qué colegio eres? La reproducción de la clase alta en el Perú»

César R. Nureña

Quienes en el Perú ocupan las posiciones más aventajadas en cuanto a poder económico y prestigio suelen ubicarse ahí por sus privilegios heredados, redes familísticas y otras conexiones sociales, sobre todo las que establecen desde el colegio, antes que por sus esfuerzos o capacidades. Así se puede sintetizar una de las principales conclusiones del libro de Luciana Reátegui, Alvaro Grompone y Mauricio Rentería, el cual exhibe los resultados de una investigación cualitativa cuyo objetivo era “analizar la producción de la clase alta en el Perú a través de la trayectoria educativa de sus miembros”. Para ello, los autores examinaron principalmente las creencias y percepciones que sobre sí mismos proclamaban en entrevistas los egresados de un pequeñísimo y exclusivo/excluyente conjunto de colegios privados limeños, todos destinados a hijos de familias de la clase alta.

El estudio enfatiza tres cosas: (1) que estas personas crecen en una burbuja clasista articulada en torno a la sociabilidad que se desarrolla en los colegios y otros espacios segregados de elite (clubes, playas, centros comerciales, etc.); (2) que la mecánica del “cierre social” organizado por sus familias y escuelas las dota de estilos culturales, ideas y gustos distintivos de clase alta, al tiempo que afianza sus redes de relaciones elitistas; y (3) que todo ello, junto con las conexiones ampliadas de sus parentelas, les franquea un acceso privilegiado y prácticamente directo a las más elevadas posiciones en la sociedad y la economía, sin que interesen demasiado los esfuerzos y talentos. Y esto último, en particular, a pesar de las creencias meritocráticas que estos mismos personajes asumen —ingenua o interesadamente— al ofrecer relatos apologéticos sobre sus tránsitos individuales hacia aquellos espacios de poder.

Por su contenido, el libro ofrece una buena aproximación al mundo educativo y social de la clase alta limeña; por lo mismo, es recomendable para quienes estén interesados en conocer dicho mundo y en los enfoques sociológicos sobre las elites. Además, su aparición contribuye a refrescar en el país los debates públicos y académicos acerca de estos asuntos. 

Lo que sigue de mi apreciación se enmarca precisamente en el terreno de la discusión académica. Para empezar, no estoy convencido de que este sea un estudio de la reproducción de una clase social (lo que promete el subtítulo). Yo lo categorizaría como un trabajo sobre el rol de la escuela en la prolongación de algunas ventajas heredadas. La clase social es un objeto sociológico e histórico bastante complejo y multifacético, que para ser analizado desde una óptica procesual (lo que también promete la idea de “reproducción”) requiere de una consideración de factores que el libro no problematiza, y que van mucho más allá del cierre social en la sociabilidad escolar. 

Permítaseme citar un caso para ilustrar lo que quiero decir. No hace mucho, una reconocida universidad limeña le organizó un zalamero homenaje a José Pardo Escandón, el encumbrado presidente de directorio de varias grandes empresas peruanas dedicadas a la minería y los bienes raíces (un perfil parangonable al de varios entrevistados del libro). Pero este señor es, además, nieto del expresidente José Pardo y Barreda, quien era hijo del también expresidente Manuel Pardo y Lavalle (el fundador de la afamada “Argolla civilista” del siglo XIX), y este último a su vez era hijo del aristócrata criollo Felipe Pardo y Aliaga, por lo que todos ellos entroncan su linaje con el del conquistador español Jerónimo de Aliaga, un muy cercano camarada de Francisco Pizarro. Si realizáramos una investigación para entender cómo y por qué una misma familia puede mantenerse en la cúspide de la pirámide social peruana desde una tarde de verano de 1535 hasta el minuto que corre, la teoría resultante presumiblemente le otorgaría a la escuela menos importancia que a una serie de otros factores y adaptaciones de carácter económico, político y cultural: modos particulares de apropiación de riquezas, formas de manipulación política, violencias de diversos tipos, etcétera. 

El libro de Reátegui et alia observa a la clase alta como algo que simplemente está ahí, de la que se nos presenta una imagen bastante homogénea y cuya riqueza material por momentos parece haber surgido por generación espontánea, a pesar de que el dinero es precisamente una condición necesaria (aunque no suficiente) para que los hijos de esa clase puedan penetrar en los espacios y escuelas de elite. A mi modo de ver, tanto la ausencia de una problematización de esa base material/económica en el libro como su enfoque intencionalmente ahistórico le restan mucho filo a la postura crítica que los autores pretenden expresar al cuestionar el mito de la meritocracia (carencias que lucen incongruentes con las credenciales en economía e historia que uno de ellos ostenta). Y esa omisión de antecedentes no se reduce a los de las familias de clase alta, en lo inmediato, o al proceso histórico que las produjo como tales, sino que se extiende al propio terreno de la investigación sobre elites y clases altas en el Perú. 

Sin pretender escamotear el mérito de los autores al integrar las voces de los sujetos estudiados y mostrar algunos detalles del mundo social de la clase alta, he de decir sin embargo que sus hallazgos y conclusiones no son muy originales. Que las clases altas peruanas se socializan en una burbuja, que sus colegios excluyen a gentes de otros orígenes y que su presencia en las altas esferas económicas y políticas se debe más a sus redes que a sus capacidades son cosas ya bastante conocidas en los ambientes académicos especializados, mientras que por fuera de este ámbito hay también muchos que ven todo aquello como realidades de sentido común. 

Así, por ejemplo, me ha sorprendido ver que en el libro se ha pasado por alto el trabajo de William F. Whyte, un sociólogo de nombradía internacional que —además de trabajar estrechamente con el IEP en varios proyectos— fue el primero en realizar hace unas décadas un estudio científico que incluía a estudiantes limeños de colegios de elite. Por Whyte sabíamos no solo que dichos jóvenes mostraban ya desde esa etapa colegial una muy pronunciada proclividad al argollismo (en la búsqueda de vinculaciones personales e influencias), sino que su estudio expuso también las primeras evidencias sólidas y cuantitativas de una elevadísima prevalencia de ineptitud y mediocridad en ese grupo de jóvenes, lo que se revelaba al comparárseles con estudiantes de colegios públicos. A propósito de esto, diversos estudios de tipo estadístico y metaanalítico (como los de M. Benavides y J. Rodríguez de 2006, CIES) han demostrado que en el Perú —contra lo que muchos asumen, incluyendo a los entrevistados del libro— los resultados académicos tan solo en un tres a cuatro por ciento responden a factores intrínsecos de la escuela, mientras que el tremendo porcentaje restante viene condicionado por elementos contextuales, sociales y estructurales (otra razón para relativizar la importancia de la escuela en lo que concierne a las ventajas académicas que podría aportar).

Si no queremos ir tan atrás, podemos observar que en tiempos más recientes Javier Díaz-Albertini (otro sociólogo pionero en el tema, cuyo trabajo ha sido también inmerecidamente ignorado en el libro del IEP) encontró en múltiples estudios que las “redes cercanas” conformadas por la parentela y los compañeros de estudios son esenciales para la captura de puestos de poder por parte de quienes pertenecen a los sectores socioeconómicos A y A/B (especialmente en su libro Méritos y contactos de 2004). Asimismo, la crítica del mito meritocrático basada en investigaciones sobre la educación de las elites se encuentra ya bien difundida en las academias latinoamericanas y globales. Un buen ejemplo es el trabajo de Seth D. Zimmerman, quien hace pocos años (2016, 2019) demostró —mediante robustas mediciones econométricas— que en Chile las probabilidades de los individuos de pertenecer al segmento del 0,1% más rico de ese país, y de tener roles de alta dirección en grandes empresas, venían determinadas por su asistencia a ciertas universidades de elite, pero únicamente si eran varones que además habían estudiado previamente en ocho colegios privados de la clase alta. No sobra indicar que tampoco Zimmerman ha sido tomado en cuenta en este nuevo libro que nos dice casi lo mismo que él había hallado.

Es a la luz de estas y otras investigaciones previas (que sería excesivo seguir glosando en el reducido espacio que permite una reseña) que el libro de Reátegui et alia no me parece realmente una contribución significativa al conocimiento de las elites peruanas o de su reproducción (salvo por algunas informaciones anecdóticas sobre su sociabilidad). Intuyo que su escasa originalidad podría deberse a otro elemento que se manifiesta en la propia redacción del libro. En él, los autores despliegan una constante preocupación por mostrar, mediante una abundancia de citas y referencias, lo mucho que sus hallazgos se ajustan o se asemejan a lo que está ya dicho y predefinido en los estudios y teorías internacionales sobre las elites y su educación. Aunque eso no está mal per se, la evaluación del mérito científico no se sostiene en la repetición de los saberes ya establecidos, sino en una valoración de lo nuevo que una investigación pueda aportar para incrementar el conocimiento de un fenómeno. Empero, sería injusto achacarle solo a estos autores esa actitud reverencial frente a las teorías, pues este problema es en realidad un patrón cultural y un vicio muy extensamente propagado en las academias hispanoamericanas de ciencias sociales. 

Sospecho que esa misma actitud podría haber limitado a los autores en la exploración de otras líneas de interpretación de sus datos y resultados. Por ejemplo, en el libro me llamó la atención la importante presencia de abogados e hijos y parientes de abogados entre los informantes. No parece ser este un dato menor, que daría cuenta de la reproducción de una pauta cultural muy presente en el grupo étnico criollo desde tiempos coloniales: su especial inclinación por trabajos burocráticos y de intermediación política y económica, una pauta que hasta hoy se encuentra particularmente acentuada en el segmento criollo de la clase alta peruana, de acuerdo con numerosos estudios antropológicos e históricos. Es por eso que el historiador estadounidense de la economía Shane J. Hunt —por citar un caso— calificaba a la “elite criolla” peruana como “socia silenciosa, acomodadora política y parásito” en sus análisis de cómo los miembros de ese grupo perpetuaban sus posiciones de privilegio: capturando colocaciones burocráticas en instituciones estatales y empresariales, ubicándose en el país como intermediarios subordinados de grandes intereses económicos foráneos y operando desde ahí con un espíritu y comportamiento “rentista”. 

Por supuesto, no todos los segmentos de la clase alta peruana exhiben esa pauta cultural criolla de reproducción social. Los que se originan en industrias manufactureras suelen desarrollar determinados valores, prácticas y éticas de trabajo productivo más asociados con una cultura industrial, que se distinguen a su vez de los que caracterizan a los financistas, o a los grandes mercaderes que descienden de familias de inmigrantes extranjeros, etcétera. Pero nada de esto, ni de la mecánica social que en el fondo perpetúa las inequidades en el Perú, se podría captar desde una mirada homogeneizante, segmentaria, superficial y ahistórica de la clase alta local. Quienes en adelante se propongan emprender investigaciones críticas sobre las elites peruanas se beneficiarían de ensayar aproximaciones que traten de evitar esos sesgos.

César R. Nureña es investigador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Estudió en el colegio fiscal nº 20874 (ex 451) de Cañete.


Luciana Reátegui, Alvaro Grompone y Mauricio Rentería, ¿De qué colegio eres? La reproducción de la clase alta en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2022.


Crédito de la imagen: detalle de la portada del libro de Manuel Atanasio Fuentes, Lima, or Sketches of the Capital of Peru, Historical, Statestical [sic], Administrative, Commercial and Moral. París: Firmin Didot, Brothers, Sons & Co., 1866.

13.05.2022


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