El sonido de la luz: Tristan Platt y la antropología histórica de los Andes

Gabriela Ramos

Ponderar la contribución de Tristan Platt (1944-2024) a los estudios andinos sería una tarea para varios especialistas. Aunque sus indagaciones antropológicas e históricas abarcan un territorio que puede parecer limitado –el de las poblaciones aymaras del norte de Potosí, Bolivia, y las regiones sobre las que han ejercido una influencia duradera–, la diversidad y complejidad de los problemas que abordó con sensibilidad y agudeza desde esa región-laboratorio fueron muy amplias.

En esta nota me referiré a tres aspectos de sus investigaciones. El primero concierne a sus estudios sobre la organización y el pensamiento político de las poblaciones aymaras. Sus escritos más tempranos se guiaron por el análisis estructuralista, enfocándose en la búsqueda de las formas y lógicas profundas y de larga data que vertebran a las sociedades andinas, y por la teoría de John V. Murra sobre el llamado archipiélago vertical andino. El segundo se refiere a la respuesta del campesinado de las tierras altas de Bolivia al liberalismo económico y a su participación en el mercado durante un período que se inicia en los años posteriores a la independencia y comprende los siglos XIX y XX. En esta fase, sus trabajos incorporaron de una manera más activa y consistente el pensamiento y la investigación histórica de archivo a su mirada antropológica. Esto se hizo más visible en sus publicaciones más recientes –y éste es el tercer aspecto–, cuando la elección de temas de investigación, fuentes y metodología se orientaron hacia temas eminentemente históricos.

El fino trabajo etnográfico que Platt realizó a inicios de los años setenta acopió material sustancial para su análisis estructuralista sobre los principios que regían las vidas de las colectividades que habitaban en punas, pisos intermedios y valles. Estos principios, que comprenden estructuras binarias y cuatripartitas, se aplicaban en la tenencia y administración de la tierra, en la formación y administración de las alianzas políticas y sociales, y en aspectos clave de la vida ritual, todos los cuales, por supuesto, se manifestaban también en el léxico. En escritos como “Espejos y maíz: el concepto de yanantin entre los Macha de Bolivia”, Platt mostraba que las formas sociales y políticas que organizaban la vida de las poblaciones estudiadas antecedieron largamente al período colonial e incluso a la expansión del estado Inca. Sostuvo además que sus observaciones etnográficas confirmaban que tales estructuras continuaban vigentes entre los Macha del altiplano. 

Platt también consideró necesario abrazar el influyente modelo económico propuesto por John V. Murra, que denominó “archipiélago vertical andino”. Según Murra, frente a la contrastante conformación del territorio andino, las poblaciones andinas desarrollaron diversas estrategias para controlar y acceder a los recursos situados en diversos pisos ecológicos. Este objetivo, compartido por otros grupos étnicos a través de los Andes, explicaba entre otros aspectos, que la distribución de las tierras campesinas no fuese continua sino dispersa. Murra afirmó que eran las comunidades de altura las que ejercían el manejo de las poblaciones y sus recursos, y que este patrón de tenencia de la tierra y de control territorial determinó considerablemente las dinámicas y los conflictos seculares entre distintos actores sociales en los Andes. Murra planteó además que, a través de migraciones estacionales y/o mediante el establecimiento de “colonias” o “islas”, los grupos étnicos conseguían ser autosuficientes. 

A través de una meticulosa investigación etnográfica que fue complementando con indagaciones históricas, Platt buscó comprender cómo funcionaron en la práctica los mecanismos de control de recursos humanos, materiales y del territorio que Murra propuso en su modelo. Siguió los desplazamientos estacionales de los grupos étnicos aymaras a través de grandes distancias para analizar los intercambios económicos y las negociaciones políticas que los hacían posibles. Se preguntó también si efectivamente el control vertical se ejercía siempre desde los núcleos situados en las alturas o, de existir variantes, cómo operaban y con qué consecuencias. Investigó las estrategias y decisiones que los grupos étnicos tomaban ante circunstancias nuevas y cambiantes, y explicó que los principios que regían sus vidas, si bien guiaban sus actividades o, en otras palabras, revelaban una lógica que llegó a describir como geométrica, no eran inamovibles. Podían verificarse cambios y adaptaciones como respuesta a las necesidades y condiciones que estos grupos encontraban para asegurar el acceso a la tierra y a una gama de recursos. Sus investigaciones demostraron que las tensiones surgidas por el uso del poder podían desembocar en conflictos de variado calibre, que a su vez podían canalizarse de manera ritualizada. En este ámbito, las investigaciones etnográficas y de archivo que Platt realizó mostraron cómo, si bien las prácticas religiosas y los calendarios rituales indígenas que marcan el ritmo de vida de estas poblaciones se enraizan en tradiciones antiguas o ancestrales, están también fuertemente influidas por las devociones, creencias y fiestas católicas.

Un segundo aspecto de sus estudios concierne a las respuestas de los campesinos a las políticas liberales del estado nacional boliviano. Las nuevas elites gobernantes concibieron la supresión de las corporaciones como prioritaria para cimentar el lugar del Estado y, entre otros objetivos, asegurar y aumentar sus ingresos. El proyecto de disolver la propiedad comunal de la tierra y crear un catastro de propiedades individuales, proyecto que a su vez estaba ligado al de establecer el pago del tributo personal, fue rechazado con energía por las poblaciones indígenas que defendieron los términos que habían regido su relación con el Estado colonial. El “pacto de reciprocidad” que vinculó a los ayllus con el Estado antes de la independencia y que Platt popularizó en un libro fundamental, Estado boliviano y ayllu andino, reconocía la existencia de las comunidades indígenas, de sus autoridades y de las prácticas encaminadas tanto a su subsistencia como al pago de las contribuciones que, a su vez, las dotaban de derechos. Esta comprobación no significaba un llamado a que se ignorasen los abusos y expoliaciones del colonialismo español, o a que se pasase por alto las transformaciones que tuvieron lugar con la introducción de la economía mercantil y el surgimiento de actores sociales que tomaron ventaja de su papel como intermediarios y optaron por dar la espalda a las comunidades que se suponía debían representar. Con estas pesquisas, Platt adelantó temas de investigación que fueron abordados sólo décadas después por generaciones de historiadores tanto en los estudios coloniales –Platt escribió la conclusión del libro Intelectuales indígenas que editamos con Yanna Yannakakis en 2014–, como más recientemente en algunas investigaciones sobre la independencia y la formación de las nuevas repúblicas.

Un tercer aspecto de su trabajo, definido por publicaciones de corte más consistentemente histórico, no señalan una ruptura con respecto a las indagaciones más tempranas. En distintas partes de sus escritos, Platt mencionó la necesidad de hacer una antropología histórica, de escribir una historia desde el punto de vista aymara y de hacer explícita su forma de entender y hacer política a lo largo de varios siglos. Por ello, sus estudios buscaron comprender los procesos de las que llamó “confederaciones” o “formaciones políticas segmentadas” en su tensa relación con los estados centralizados y centralizantes inca, colonial y republicano. Al internarse en períodos cada vez más distantes del presente, tenía en mente preguntas sobre las razones que podrían explicar una situación política de constante confrontación, un Estado al que sus ciudadanos indígenas tenían permanentemente en jaque y que, a diferencia de sus vecinos, no lograba consolidarse (un problema por cierto discutible a la luz del presente).

Platt intentó aportar respuestas e interpretaciones que algunos de sus lectores pueden encontrar debatibles, pero que están sólidamente apoyadas en las pacientes investigaciones que realizó durante más de cinco décadas, individualmente o en colaboración con destacados especialistas de la historia y la cultura andinas como Thierry Saignes, Olivia Harris, Thérèse Bouysse-Cassagne y Xavier Albó. En su estilo de escritura elegante, a menudo poético y siempre rebosante de preguntas, imágenes y evocaciones, invitaba constantemente a verificar empíricamente las hipótesis que propuso y a emprender nuevas investigaciones. Tristan Platt nos deja un legado inapreciable; nuestro mejor homenaje es continuar leyéndolo.


Créditos de la imagen: Grupo R Multimedio. Obituarios, 24 de marzo de 2024.

28.03.2024


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