Nuestro patrimonio cultural debe ser visto de manera integral. No es solo el monumento o la expresión popular en sí, aislados, en una burbuja. Es esa esencia que nos identifica y la capacidad de esta de generar bienestar y desarrollo. Como dice la UNESCO, “ningún progreso puede ser duradero si no tiene un componente cultural fuerte”. Partamos de allí, de esa tarea pendiente de trabajar dando la importancia real a nuestras riquezas culturales con políticas que partan de aquello que nos une y abran la ruta hacia la sostenibilidad.
Resolver problemas requiere plantear y hacer efectivas acciones de largo aliento. Ante la emergencia se reacciona, pero si esa reacción inicial no prospera y no propone continuidad, cualquier esfuerzo será en vano. Si no existe un compromiso y un planteamiento que devenga en prácticas concretas, en proyectos integrales, multidisciplinarios, con proyección local, regional y nacional, que unan, que reactiven, que promuevan alternativas de salvaguarda más proactivas, que logren complementariedad, así como la puesta en valor, la conservación y la generación de emprendimientos, terminaremos gestionando de acuerdo con las tendencias y no buscando resultados a corto, mediano y largo plazo.
Es innegable el divorcio entre turismo y cultura, cuando el turismo cultural ha sostenido el sector. Una mesa de trabajo de reactivación turística en el Cuzco no tiene a ningún representante de Cultura. Una emergencia del sector turismo no incluye al patrimonio cultural, aunque este sea el motivo central de viaje. Pensar en binomio (turismo y cultura) de manera correcta ayudaría a concebir estrategias más alineadas a acelerar los objetivos de desarrollo sostenible.
28.04.2022