La publicación de Jelke Boesten y Lurgio Gavilán, Perros y Promos, nos coloca en el lugar de aquellos jóvenes secuestrados por la llamada “leva” y su angustia frente a la incertidumbre, o en la esperanza de aquellos que se enrolaban voluntariamente en la creencia de que encontrarían un espacio donde desarrollarse en el Ejército. Se desea contextualizar los relatos durante los años del Conflicto Armado Interno, que fueron, sin duda, tiempos duros para todas y todos, tanto para los civiles como para los militares encargados de la tarea de derrotar a Sendero Luminoso y el MRTA.
Conozco muchos de esos relatos. La mayoría se enmarca en un patrón de actuación de las Fuerzas Armadas para cumplir las metas en el reclutamiento del Ejército y la llamada “formación” y “disciplina” que tienen como base la obediencia, la sumisión y el ejercicio de poder. Hace unos años me reuní con una Asociación de licenciados del Ejército, cuyos miembros, contrariamente a lo expresado en las reuniones con los autores del libro, querían explorar las posibilidades de lograr justicia y reparación por los hechos vividos: secuestro, mala alimentación, maltrato y daño psicológico. Sin embargo, por diversas razones, no continuaron con esa iniciativa. Al igual que en las reuniones descritas en el libro, ninguno aceptaba haber participado en alguna violación de derechos humanos, ubicándose más bien como testigos alejados de las mismas.
¿Cuál es la contribución de la investigación? Tal vez explicar sociológicamente y diría hasta psicológicamente el espíritu de cuerpo o la adhesión a una posición justificadora o negacionista de lo ocurrido. Visibilizar un problema que no nace con el Conflicto Armado ni con la intervención de las Fuerzas Armadas en la lucha antisubversiva, pues la categorización entre “perros” y “promos” es muy antigua. Existía antes de dicha intervención con los abusos descritos, lo cual debería despertar nuevas interrogantes.
Desde mayo de 1983, en el cuartel “Los Cabitos” en Ayacucho y otras bases de la zona, se recibió a reclutas provenientes de Ancash. Aunque quedaban algunos reclutas de Ayacucho, la orden fue clara: que vinieran de otros lugares para evitar que conocieran o tuvieran alguna relación con los detenidos en dicha base, o se sintieran identificados con ellos.
El resentimiento, el rechazo y el odio que los reclutas sintieran hacia personas contra las que combatían es entendible, más aún luego de ver la actuación de columnas senderistas. Sin embargo, también fueron sembrados desde la doctrina del Ejército que, en diversos manuales, norma el uso de la violencia como herramienta contra detenidos por sospecha de algún acto, apoyo o pertenencia al terrorismo. Por eso, ninguno de los entrevistados señala algún hecho violatorio en el que hayan participado; tampoco describe alguna situación en la que se hubiese mirado con humanidad al que consideraban enemigo. Esa mirada sólo se limita a sus propios colegas.
No soy estudiosa de la conducta humana. Sin embargo, he sabido de actos que me llamaron la atención y me conmovieron por su valentía en ese contexto, como el de aquel recluta que, a riesgo de su integridad y hasta de su vida, sacó pequeñas notas del cuartel para que las familias supieran que sus hijos, a pesar de la negación oficial, estaban ahí. Otros se escabulleron de noche para alcanzar agua y pan a personas casi desnudas aglomeradas por días en pequeños baños. No les unía nada a esas personas; sólo era compasión por su condición humana.
He podido apreciar la importancia que se ha dado al fomento de las asociaciones de licenciados luego de años de olvido. Sus miembros, como se dice en los testimonios, fueron echados del Ejército sin nada, sin dinero, sin seguro médico, sin algún reconocimiento. En nuestro trabajo de defensa legal en Ayacucho, hemos visto la formación de agrupaciones de licenciados lideradas por sus antiguos jefes de patrullas. Nos preguntamos, ¿ha sido por hermandad? ¿O más bien por el afán de control sobre ellos a fin de vigilar su accionar y dirigir sus testimonios?
En los últimos treinta años, he tratado con víctimas y familiares de víctimas de acciones de las fuerzas del orden. He podido escuchar y conversar con reclutas, suboficiales, oficiales y sus esposas sobre lo que vivieron, aquello a lo que sobrevivieron y su comportamiento posterior. El amor, el miedo, a veces el terror a la persona que regresó de la guerra, sabiéndose “héroe” y reclamando (a veces con violencia) reconocimiento, no de las autoridades, sino de su propio entorno.
¿Perpetradores? ¿víctimas? La investigación trata de la relación entre ellos y entre los reclutas, y de cómo se perpetúa una conducta lesiva hacia los considerados “perros”, tratando de señalar que su efecto inmediato es el espíritu de pertenencia, de orgullo, de macho que sufrió, resistió y salió victorioso.
La referencia a otros fuera del Ejército como “civiles detenidos” se desliza como un hecho de obediencia; incluso, en una de las respuestas, se trata de equiparar o justificar el comportamiento, como cuando se hace mención a Telmo Hurtado, refiriendo que, en días previos a la masacre de Accomarca, éste había sido rechazado por su novia y sufría por su amor. Según su declaración, Hurtado vio en julio de 1985 cómo sus superiores ejecutaban en el campo de tiro del cuartel “Los Cabitos” a un grupo de detenidos que se encontraban atados y vendados. En agosto, obedeció a esos mismos superiores al ejecutar un plan que ordenaba que todos los que se encontraran dentro de la zona de operación debían ser considerados “terroristas comunistas” y ser eliminados, incluyendo niños. Su conducta y ensañamiento con las mujeres, los ancianos y los niños no tuvo nada que ver con su novia; muchos de esos oficiales regresaron a sus casas y, según algunos de sus familiares, eran padres y esposos ejemplares.
Se indica en esta investigación que no se pretende evaluar los hechos ocurridos, pero se expone una narrativa negadora o justificadora. Esto nos da una perspectiva de ese lado, de cómo miran y proponen su historia. Hay que saludar el esfuerzo y decir que aporta en el sentido señalado, dejando pendiente seguir desarrollando otros elementos que permitan profundizar las relaciones de poder entre “perros” y “promos”, y sus efectos.
04.01.2025